<> Cyber-Corredera

Cyber-Corredera

|| Edición, adaptación y/o traduccción por Jorge Serpa Erazo (NA 38-082)

 
Pañol de la historia 
Instructivo virtual de CYBER-CORREDERA para fortalecer la cultura naval 

Resumen de Jorge Serpa Erazo
Vicepresidente del Consejo de Historia Naval  
EL MAR
"¡La Tierra parece una gema azul sobre seda negra!"

Tanto el cuerpo de los vegetales como el de los animales, incluyendo el del hombre, contienen una gran proporción de agua. Todo organismo vivo incluye agua en su estructura. El agua procede del mar. La vida proviene del mar. ¡leamos sobre el mar!

En este resumen se pretende recalcar información, en forma amena y sencilla, que aumente el interés por el mar en sus múltiples facetas: como portentosa fuente de inspiración; como gala de grandeza y majestad de la naturaleza; como productor de las más hermosas mitologías desde los tiempos remotos y desde las fuentes de todas las culturas; como escaparate inacabable de bellezas; como origen y poseedor de una inmensa y deslumbrante flora y de una variadísima fauna; como misterioso guardián de secretos; como inspirador de mágicas fantasías, de sentimientos religiosos, de supersticioso temor, de gran respeto, de profundo reconocimiento por sus innumerables dones y beneficios, de profundo amor.

Planeta Acuático

Los océanos, conformados por grandes extensiones de agua salada, cubren las tres cuartas partes de la superficie de la Tierra.

Para los antiguos habitantes del planeta, el mar fue, durante cientos de años, un lugar impenetrable y hasta cierto punto hostil.

Según la tradición bíblica, Dios empleó barro para crear al hombre, y se supone que, a partir de esta creencia, se le dio el nombre de Tierra al planeta que habitamos.

A lo largo del tiempo, el hombre empezó a conocer el mar conforme se atrevía a realizar cortas navegaciones, motivado por afanes de aventura o por la necesidad de buscar alimento. Así comenzó también a darse cuenta de la verdadera dimensión de los océanos y, años después, descubrió que ocupan una mayor extensión en la Tierra que los continentes.

Lo anterior ha llevado a muchos pensadores a proponer que el nombre Tierra sea cambiado por el de Agua, Mar, Planeta Acuático u Oceanía. Sin embargo, dichas propuestas no han prosperado.

Gracias a la tecnología moderna se pueden apreciar mejor estas proporciones de agua y tierra en nuestro planeta, que ha sido observado desde los satélites artificiales. El comandante Frank Borman, cuando viajaban en la cápsula Apolo VIII, que se encontraba a 380000 kilómetros de distancia del globo, exclamó: "¡La Tierra parece una gema azul sobre seda negra!" Tal expresión se comprende, pues la escena que vio el astronauta estaba dominada por los océanos.

Los continentes, tierras que emergen por su altura, son sumamente pequeños en comparación con las profundas depresiones de la corteza terrestre, que son llenadas por las aguas océanicas. Se ha dicho que, en los abismos del Océano Pacífico occidental, el fondo del mar se aproxima al núcleo en fusión de nuestro planeta.

Cuando la Tierra se encontraba en formación y toda su materia estaba en estado cambiante, el mar la abarcaba en absoluto y no permitía que sobresaliera ninguna cumbre terrestre; sin embargo, cuando se presentaron fenómenos como las glaciaciones, las aguas se fueron concentrando hasta dejar superficies al descubierto donde quedaron las huellas del oleaje sobre las rocas, depósitos de agua salada y multitud de esqueletos y conchas.

Estos continentes emergidos de los mares han llegado a ocupar 139 millones de kilómetros cuadrados que, sumados a los 11 millones constituidos por las islas grandes —que tienen una longitud de más de 2 500 kilómetros— y los islotes de menor dimensión, alcanzan un total de 150 millones de kilómetros cuadrados, que representan el 30 por ciento de la superficie terrestre.

En cambio, los océanos, con profundidades mayores de 200 metros, abarcan 332 millones de kilómetros cuadrados, y el agua que se encuentra sobre la plataforma continental, considerada de cero a 200 metros, cubre 28 millones; o sea que el total de área cubierta por agua marina es de 360 millones de kilómetros cuadrados —de los 510 millones que conforman la totalidad del planeta—, que representan el 70 por ciento de la superficie de la Tierra.

Las aguas oceánicas tienen una profundidad media de 4 kilómetros, y alcanzan hasta 11 kilómetros de profundidad en los grandes abismos del Océano Pacífico, como la Fosa de las Marianas, que tienen una profundidad de 11 034 metros y una longitud de 2 550 kilómetros, y cuya dimensión es superior a las más altas montañas terrestres, como la del Everest, que alcanza 8 800 metros.

El volumen de las tierras emergidas es inferior al de las sumergidas. Si los materiales de las montañas rellenaran los valles y los bajos niveles, la tierra firme alcanzaría solamente una altura uniforme de 700 metros. Si lo mismo sucediera con las tierras sumergidas, si todas ellas se situaran en un nivel uniforme, la profundidad de los mares sería de 3.5 kilómetros.

Si en este momento la superficie de la esfera terrestre se volviera plana y los hielos de los polos se licuaran, la Tierra quedaría totalmente cubierta por una masa de agua de 2.4 kilómetros de profundidad y a la cual se le ha dado el nombre de "nivel medio del planeta".

La distribución actual de la tierra emergida y de los océanos no es regular, ya que, mientras los continentes se adelgazan hacia el sur, los océanos se ensanchan en ese mismo punto. Por lo tanto, los continentes se acumulan principalmente en el Hemisferio Norte —ocupado por toda Europa, una buena parte de África, toda Asia, América del Norte, América Central y una parte de América del Sur—, donde la proporción de tierra es de 40 por ciento, contra 60 por ciento de mar. El Hemisferio Sur, con 80 por ciento de agua, es en consecuencia eminentemente océanico; el resto de las porciones continentales, como Oceanía, la otra parte de África y de América del Sur, así como todo el Continente Antártico, ocupan sólo el 20 por ciento de dicho hemisferio. 

Los continentes se extienden en dirección norte-sur, con una repartición de tierras y mares completamente irregular. En algunas áreas el mar avanza tierra adentro, semejando grandes laberintos, y en otras se han formado rosarios de islas, algunos de los cuales alcanzan grandes dimensiones, constituyendo los archipiélagos. En otros lugares, son las masas continentales las que invaden cientos de millas en el dominio océanico formando penínsulas.

Con esta caprichosa distribución, el océano se ha resguardado en el espacio de su propia grandiosidad, y el hombre, por su pequeñez ante él, se ha visto obligado a dominarlo por etapas. Como con todas las cosas que utiliza, el hombre ha clasificado los océanos valiéndose de límites arbitrarios que le han permitido establecer una jerarquía lógica para el conocimiento y conquista de sus aguas.

Los factores utilizados para definir esa jerarquía son diversos. Entre ellos se pueden nombrar la proximidad de las costas, su aislamiento y su tamaño, así como la distribución y extensión geográfica de las plataformas continentales y de las regiones abisales. Esto permite hacer una primera diferenciación entre océanos y mares.

Los términos mar y océano se emplean a menudo como sinónimos para referirse a las extensiones de agua salada. Sin embargo, desde el punto de vista geográfico, un mar es una masa de agua sustancialmente menor que un océano.

Los "Siete Mares"

En la Antigüedad, antes de que se iniciaran las grandes travesías marítimas, se conocían siete superficies de agua. Convencidos de que no existían otras, los navegantes adoptaron la expresión Siete Mares, que se refiere a los mares conocidos por los mahometanos antes del siglo XV: el Mar Mediterráneo, el Mar Rojo, el Mar de África Occidental, el Mar Africano Oriental, el Mar de China, el Golfo Pérsico y el Océano Índico. Esa idea se mantuvo durante mucho tiempo, y comenzó a cambiar cuando se iniciaron las grandes expediciones oceánicas, que fueron descubriendo otras zonas que recibieron nuevos nombres.

Así se fue perdiendo el viejo concepto de los Siete Mares y, en la actualidad, según los datos aportados por la Oficina Hidrográfica Internacional, existen 54 mares distribuidos en cinco grandes océanos.

Los océanos han sido divididos —de manera convencional y utilizando un criterio geográfico que en realidad no existe— en Océano Glacial Ártico, Océano Atlántico, Océano Pacífico, Océano Índico y Océano Glacial Antártico.

Se debe subrayar que el océano, considerado en su conjunto, abarca toda la Tierra como un inmenso manto de agua jamás interrumpido, aunque parecería que los continentes también tratan de hacerlo, pues sus puntas principales avanzan, como son, hacia el sur, el Cabo de Buena Esperanza, en África; el Cabo de Hornos, en Chile, y Tasmania, al sur de Australia; hacia el norte, el Cabo Chelyuskin, en la Unión Soviética; el Cabo Norte, en Noruega, y el Cabo Bathurst, en Canadá. Todas ellas reciben el nombre de finisterres. Estas puntas son menos destacadas en la región antártica, en donde las pocas que existen se encuentran cubiertas por hielo, lo que las hace inaccesibles e inhóspitas. En consecuencia, se puede decir que por todos lados reina el majestuoso océano.

La continuidad del océano sólo se ve ligeramente interrumpida por lo cambiante de los climas, que van desde las temperaturas bajas e implacables, que forman los hielos polares —paisajes marmóreos de altas dimensiones—, hasta las templadas de las regiones tropicales, en donde la calma atmosférica deja tersa la superficie del océano, que parece entonces un espejo.

Al desplazarnos desde los polos hacia el ecuador se va encontrando, sobre cualquier punto del océano que se observe, una gran variedad de climas que lo hacen cambiar de humor, volviéndolo cruel —cuando provoca enormes oleajes— o tierno y lánguido —cuando manifiesta una gran calma—, determinando que sean de diversas características la flora y la fauna que habitan en cada región del océano.

Sin embargo, estos cambios climáticos no son tan fuertes como en los continentes. El océano no tolera saltos bruscos de calor y frío; por ejemplo, la helada penumbra polar es sustituida lentamente por la cegadora luz tropical.

Lo anterior se puede comprobar si observamos que desde el Círculo Polar Antártico, lugar donde abundan los icebergs o hielos polares, hasta el Ecuador, existe una distancia de 6 600 kilómetros, y que, sin embargo, el aumento en calor es de sólo 30ºC.

Esta uniformidad climática permite que en las islas y en las zonas costeras bañadas por el océano exista una armonía bienhechora entre todos los seres vivos —vegetales, animales y el hombre mismo—, e incluso llega a caracterizar los climas de la tierra cuando se establece la relación océano-atmósfera.

Todo parece inconmensurable en el dominio oceánico. Por ejemplo, las regiones abisales superan en extensión a las plataformas continentales, que no ocupan más del 15 por ciento de la superficie total del fondo. Las costas están normalmente alejadas unas de otras, existen pocas islas, y las dimensiones de los océanos son amplias, como las del Atlántico, que forma una majestuosa avenida de 13 500 kilómetros de largo y 1 080 kilómetros de ancho, desde los mares polares del norte a los del sur.

En esta inmensidad oceánica se encuentran periodos muy largos de calma, pero también se hallan fuertes temporales, que maduran durante los procesos de acumulación de la energía que se produce en todo el planeta. Cuando los temporales llegan a estallar, se puede decir que el océano monta en cólera, tanto en la superficie como en el fondo. Estas perturbaciones reciben nombres muy variados: borrascas, ciclones, tifones, etcétera.

Como se observa, la actividad océanica está reglamentada por fuerzas sobre las cuales ningún poder humano es capaz de imponerse. Por eso se le ha calificado de Océano Rey.

Los mares son, por otra parte, porciones determinadas en los océanos; tienen dimensiones menores que éstos y, según sus características, han recibido diferentes nombres, aunque tal nomenclatura es completamente arbitraria y se utiliza indistintamente sin gran precisión. Sin embargo, los mares se pueden clasificar en tres grandes grupos:

Mares cerrados o interiores.

Se encuentran aislados de los océanos y de otros mares, por lo que están desligados completamente de la vida oceánica. No obstante, por la característica de sus aguas saladas se les considera mares. Su existencia es difícil y se mantiene gracias a los ríos que anfluyen a ellos; están sometidos, pues, a la variación de las crecientes, que les ofrecen su caudal. Su salinidad es muy variable: disminuye durante las lluvias, mientras que en época de secas se incrementa por la evaporación.

Algunos de estos mares llegan a quedar aislados en las altas mesetas continentales, como el Lago Salado de Utah, en Estados Unidos, y el Urmía, en los límites de Armenia, los cuales tienen poca profundidad, además de que sus aguas están situadas a altitudes de 100 metros sobre el nivel del mar.

En cambio, otros mares cerrados, como el Caspio, ubicado entre la Unión Soviética e Irán, y el Muerto, entre Jordania e Israel, tienen sus aguas bajo el nivel del mar —el primero a 26 metros, y el segundo a 394—, por lo que sus aguas se han transformado en grandes depósitos de sales de sodio, bromo y cloro, de tal manera que en sus orillas sólo se encuentra una vegetación muy escasa.

Mares litorales

Se encuentran aislados en el borde de los océanos, formando grandes escotaduras en los costados de los continentes. Sus límites están definidos por puntas avanzadas de las tierras que los rodean, y pueden estar subdivididos en áreas caracterizadas por los accidentes costeros. Reciben el nombre de golfos, bahías y ensenadas, entre otros. El comportamiento de estos mares no es autónomo, pues está determinado por el de los océanos, que los somete a una perpetua servidumbre: les imponen sus mareas, sus calmas y sus furias. También son influenciados por la tierra, que les envía tempestades, así como el caudal de los ríos.

Estos mares son más abundantes en el Hemisferio Norte, como el Mar del Norte, en Europa, y el Mar de Siberia Oriental, en la Unión Soviética.

Dentro de la categoría de los golfos, los cuales tienen una dimensión mayor a la de los mares litorales, se pueden citar algunos: el Golfo de California y el Golfo de México, en América; el Golfo Pérsico y el de Bengala, en Asia, y el Golfo de Guinea, en África.

Mares continentales. Poseen características singulares, ya que las tierras no los han podido cerrar por completo. Además, como se encuentran casi aislados, presentan regímenes de salinidad y temperatura muy especiales. Uno de los mares continentales más importantes es el Mediterráneo —limitado por los continentes europeo y africano—, que apenas hace contacto con el Océano Atlántico, por el Estrecho de Gibraltar, formando un sistema, ya que contiene seis diferentes "mares": el de Liguria, el Tirreno el Adriático, el Jónico, el Egeo y el de Mármara, de modo que uno puede navegar por varios meses en esas aguas sin aventurarse siquiera en el océano. 

Estos mares, aunque son poco influenciados por el océano, tienen largas épocas de calma —de seis meses de duración— que se ven interrumpidas repentinamente por tempestades de gran intensidad durante los otros seis meses del año.

Otros mares continentales más pequeños que el Mediterráneo son el Mar Rojo, limitado por África y Asia, y el Mar Negro, por Europa y Asia, en el que se encuentra el minúsculo Mar de Azov.

La inmensidad de las aguas oceánicas constituye un conjunto maravilloso en profundidad y grandeza, el cual posee una fecundidad y hermosura que se traducen en la "afluencia de vida y mansión de belleza." 
Las ciencias del mar
El hombre realiza estudios científicos sistemáticos sobre el medio marino y sus recursos para comprender al océano como parte del mundo y para utilizarlo inteligentemente en beneficio propio. Para ello se auxilia de ciencias exactas y naturales: física, química, matemáticas, geología y biología. Aunque el conocimiento científico de los océanos es aún incipiente, la cantidad de datos con los que se cuenta es tan grande, que es imposible que una sola ciencia los englobe. Por ello, el estudio actual de los océanos es realizado por un complejo de ciencias y tecnologías que, en su conjunto, constituye las llamadas ciencias del mar, las cuales vienen a sustituir a la oceanografía u oceanología, considerada hasta hace poco como la única ciencia del mar.
Las cuatro ciencias básicas que forman las ciencias del mar son: la oceanografía geológica, la oceanografía química, la oceanografía física y la oceanografía biológica. También se han desarrollado ciencias aplicadas y tecnologías tales como ingeniería marina, geofísica marina, meteorología marina, antropología submarina, bioquímica marina, farmacología marina, minería marina, electrónica marina hidroacuática y tecnología de alimentos del mar, entre otras.
Asimismo, por la importancia que tiene para la humanidad el aprovechamiento de los recursos vivos del mar mediante la pesca y la acuicultura, se ha creado la llamada ciencia pesquera, en la que intervienen una serie de disciplinas tales como la oceanografía pesquera, la biología pesquera, la ingeniería pesquera y la socioeconomía pesquera.
La oceanografía geológica o geología marina estudia la parte sólida de la superficie terrestre cubierta por el agua del mar, con el fin de entender la naturaleza y el desarrollo de las cuencas oceánicas y los cambios que han ocurrido desde que se formó el planeta. También estudia el origen y la evolución de islas y zonas costeras. 
La oceanografía química estudia la gran variedad de elementos, compuestos y reacciones químicas que se presentan en el agua del mar, así como su relación con la contaminación.
La oceanografía física se ocupa de los movimientos de las aguas oceánicas con todos los fenómenos que las acompañan (oleaje, mareas, corrientes, etcétera), así como de la relación del océano con la atmósfera. También con base en la física, diseña aparatos oceanográficos y de navegación.
La oceanografía biológica o biología marina estudia todo lo relacionado con los organismos que habitan en los mares: características, distribución, cadenas de alimentación, reproducción, relación con el medio ambiente, comportamiento, etcétera. También trata lo referente a la interacción del hombre con los recursos vivos del mar.
Por recurrir a otras disciplinas científicas básicas (geología, física, química, biología y matemáticas), las ciencias del mar son multidisciplinarias; pero, a su vez, se consideran interdisciplinarias porque manejan conocimientos de frontera entre esas ciencias.
El océano nos presenta un reto; su exploración abre perpectivas estimulantes, aunque todavía no se establece la dimensión de la recompensa, incluidos los beneficios económicos. Sin duda contiene interesantes secretos, cubiertos por los sedimentos de la tierra, acumulados desde el principio de los tiempos en las fosas más profundas, y es casi seguro que contenga la historia de nuestro planeta desde que el agua empezó a fluir.
La ciencia moderna se ha percatado de la problemática que incide en el océano; conoce la influencia indirecta que éste ejerce sobre la superficie terrestre y sobre toda la vida, en virtud de que meteorológicas. Por ejemplo, el océano extrae calor de las regiones ecuatoriales y lo envía a las templadas, impidiendo que éstas se enfríen y lleguen a congelarse.
El océano absorbe la mayor parte del bióxido de carbono que produce la industria masiva del hombre moderno. En la actualidad se ignoran los efectos finales de dicha absorción, si bien algunos científicos piensan que las consecuencias pueden ser terribles, ya que no sólo se afectará la biología marina, sino que también se modificará la acción química de la absorción del calor y se presentará un aumento en la temperatura de los mares, lo que puede ocasionar la fusión del hielo de las regiones polares y, como consecuencia, el aumento del nivel del mar, lo cual llevará a que varios centros de población y enormes extensiones de costa queden sumergidos.
Se conoce muy poco de los mecanismos a que obedecen los fenómenos marinos. Sin embargo, las ciencias del mar se encargan de aclararlos; por ejemplo, el avance de éstas ha permitido abandonar la antigua idea de las profundidades inmóviles y sustituirlas por el concepto de los mares en movimiento incesante desde la superficie hasta el fondo. Se reconoce la inmensa actividad del mar, el efecto que una acción ejerce sobre otra, la que a su vez modifica una tercera, y así sucesivamente en todos los eslabones de la enorme cadena de fenómenos que acontecen en las aguas oceánicas.
Las ciencias marinas se caracterizan por la complejidad de su campo de estudio. Apenas en los últimos años se han comenzado a fabricar los instrumentos y aparatos que permiten examinar la dinámica de las aguas del mar y observar sus cambios físicos y químicos, así como los efectos que éstos tienen en las poblaciones de seres vivos.
Los resultados de estas observaciones se integran por medio de las matemáticas como ciencia ordenadora, y así, al entretejerse los hilos del saber, llegará el momento en que se puedan predecir los cambios marítimos, y conservar y renovar los recursos oceánicos.
Ante los fenómenos marinos, las ciencias del mar buscan conocimientos para aclarar más lo que pasa en nuestro mundo y en el universo en general, antes que la propia exploración espacial.
En el ambiente marino existe una reserva natural de energía, gases, productos químicos, minerales y organismos, la cual representa una posibilidad de explotación para el hombre, pero éste tiene que diseñar los métodos que le permitan extraer esos productos y asegurarse de que la influencia que ejerza sobre el mar sea razonable.
Para comprender el mundo marino y utilizar inteligentemente los océanos, el hombre debe realizar intensos y sistemáticos estudios científicos del medio marino, a escala local, regional y mundial, sobre todo en las áreas cercanas a las costas. Por ello, la aplicación de las investigaciones y la formación de científicos en este dominio debe estar abierta a todo el mundo.
En el pasado, los estudios en ciencias del mar eran labor exclusiva de países altamente desarrollados. Actualmente participa la mayoría de los países, debido a la creciente explotación de los recursos oceánicos, ocasionada por el rápido crecimiento de la población, que consume ávidamente muchos de los recursos terrestres tradicionales —incluida, por irónico que parezca, el agua—, y está llegando a ponerlos en peligro de agotarse; esto ha obligado al hombre a buscar ayuda en el mar, pues es muy posible que sea la clave de su supervivencia.
Lo que se ha logrado extraer del océano representa un mínimo de sus posibilidades: apenas una pequeña cantidad de peces que se emplean como alimento y unos cuantos perfumes y perlas para el adorno, lo que ha contribuido mínimamente a satisfacer algunas necesidades manifiestas del hombre. Su inmensidad también ha ofrecido espacio para el perfeccionamiento de armas modernas y estrategias de guerra.
Es difícil aceptar que el océano nunca ofrecerá mucho más; sin embargo, si se sigue usando sin los conocimientos adecuados podría presentarse, necesariamente, una disminución de su fertilidad y una pérdida de los recursos, tan indispensables para la humanidad.
El aprovechamiento del mar es una carrera contra el tiempo, pues se presenta una competencia entre la ciencia, la información masiva y la sensatez pública contra el aumento de la población, la excesiva especialización y la codicia industrial.
Se debe aprovechar todo lo que ofrecen los mares y, para ello, un número cada vez mayor de jóvenes que dominen las ciencias exactas y naturales, jóvenes capaces de realizar investigaciones básicas en un medio muy complejo, y en ocasiones peligroso; jóvenes que tienen que dedicarse a adquirir conocimientos acerca de los diversos aspectos del mar para incrementarlos y desarrollar las posibilidades prácticas para aprovecharlo.
El beneficio que la humanidad puede obtener del mar para mejorar su nivel de vida debería ser la idea dominante de todos cuantos consagran su energía al desarrollo de las ciencias del mar.
Entonemos un himno de esperanza y optimismo para el aprovechamiento racional de los recursos oceánicos, con el fin de mejorar la vida de nuestros pueblos, concentrándonos en nuestra realidad objetiva. Si emprendemos el camino mediante el estudio, la organización y el trabajo disciplinado, alcanzaremos tal meta. Seremos iluminados pero a la vez realistas.
Meditemos sobre el mar... ¡Aceptemos y sepamos aprovechar sus dones!  ¡Amemos al mar!

Bibliografía

Resumen de "El gran libro de los océanos",  Editorial Noguer, Barcelona 1972

Autores: JUAN LUIS CIFUENTES LEMUS / PILAR TORRES-GARCÍA / MARCELA FRÍAS M.


A los marinos de Colombia se dedican estos trabajos de investigación.  Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un  homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado.


NOTA: Por favor envíe sus comentarios sobre este artículo a lacorredera38@nikimicolombia.com