Unidos por el mar  y
exhaustos por el último poste
INSTRUCTIVO NAVAL
Nº 22
Instructivo virtual 
para fortalecer la cultura naval   

EL ATAQUE A PEARL HARBOR
Diciembre 7 de 1941

Investigación y producción de los Instructivos Navales de Jorge Serpa Erazo 

 
Pearl Harbor: Su origen e historia con la guerra mundial II
Pearl Harbor (El puerto de la perla), como ahora se llama, se menciona en los primeros relatos de los exploradores del Océano Pacífico como "Wai-Momi" -- literalmente, significa  "agua de la perla" . También se menciona como el "río de la perla" y "lochs de la perla."
Los descubridores, exploradores y comerciantes que escribieron relatos sobre sus visitas a las islas del emparedado,  parecen haber dado la mayoría de su atención a las islas de Hawaii, de Maui, y de Kauai. La primera descripción publicada del "puerto de la perla" parece ser la que se menciona en el diario de capitán Nathaniel Portlock, impreso en 1789, sobre sus experiencias en un viaje exploratorio ordenado por el rey británico George y reina Charlotte.
A partir de 1786 hasta la publicación en 1845 sobre la visita de comodoro Wilkes con la expedición de Estados Unidos hay solamente mención ocasional del "puerto de la perla". El capitán George Vancouver, divulgando sobre la visita que él hizo entre 1792 y 1794, registra que él comenzó a hacer una exploración sobre "Oporoak," como él llamó a Pearl Harbor, para encontrar una entrada navegable.
En 1824, Gran Bretaña envió los cuerpos embalsamados del rey Kamehameha II y su reina (que había muerto en Londres de sarampión), a Hawaii en el HMS Rubio, bajo comando de señor Byron. El gobierno británico aprovechó esta oportunidad para adquirir información más detallada referente a las islas; y a tal efecto, incluyó en la tripulación de la nave a varios científicos; entre éstos estaba Charles R. Malden, topógrafo, que hizo un examen extenso sobre puertos y radas.  La carta que resultó de este trabajo fue impresa en 1841 por la oficina hidrográfica británica. Este mapa de la línea de la costa muestra el conjunto del "puerto de la perla" e indica la existencia de campos extensos para cultivos en su vecindad.
En su referencia al "puerto de la perla", comodoro Wilkes indicó que "la entrada tiene algo el aspecto de una laguna que ha sido llenada en parte por los depósitos aluviales" y expresó que si el agua sobre la barra se profundizara (dragado), sería el puerto mejor y más espacioso del Pacífico."
Como resultado del gesto de señor George Paulet para anexar las islas a gran Gran Bretaña en 1843, el Dr. C.P. Judd, el ministro hawaiano de asuntos extranjeros, se aprovechó de la presencia de la fragata USS Constitución de Estados Unidos en aguas hawaianas en 1845 y solicitó a F.W. Curtis, oficial de marina americano, examinar la situación y hacer algunas recomendaciones en cuanto al mejor método de fortificar Honolulu contra la agresión extranjera adicional. Esta investigación fue hecha secretamente y Curtis comunicó sus conclusiones al Dr. Judd después de la salida de la USS Constitución. El informe hace la primera referencia sobre la importancia militar del "puerto de la perla".
25 años después de la sugerencia referente a la importancia del "puerto de la perla" como factor en la conexión con la defensa militar de las islas, no hay prácticamente nada referente al puerto o encontrado en algún expediente publicado. Esto se puede considerar por el hecho de que asuntos religiosos y sociales ocupaban las mentes no solamente de los residentes sino de los visitantes y exploradores durante ese período.
En 1873, el USS California, con el almirante Pennock, trajo a las islas una comisión militar encabezada por los generales Schofield y Alexander. Esta comisión procedió a cumplir, en forma secreta, las instrucciones del Secretario de Guerra, Guillermo W. Belknap, de examinar los diversos puertos de las islas hawaianas referente a sus capacidades defensivas y a las instalaciones comerciales.

"sus orillas son convenientes para los establecimientos apropiados del edificio para abrigar las fuentes necesarias para un establecimiento naval tal como compartimientos para la munición, las provisiones, el carbón, los mástiles, el aparejo, el etc. mientras que la isla de Oahu sobre la cual se sitúa podría equipar provisiones, las carnes, las frutas frescas en cantidades grandes."

La Cámara de Comercio de Honolulu en febrero de 1873 solicitó al rey Lunalilo negociar un tratado recíproco con los Estados Unidos.  En esta sugerencia se decía que la laguna del "río de la perla" debe ser ofrecida a los Estados Unidos como estímulo. Después de su trámite a través del ministro de los asuntos extranjeros, la oferta original del tratado fue incluida en la cesión de la laguna del "río de la perla";  el 7 de julio de 1873, el secretario americano notificó su gobierno en Washington que el rey había ofrecido negociar un tratado sobre esa base.
Después de la muerte de Lunalilo y de la elección de Kalakaua como rey, quien luego viajó a Washington, y allí fue conocido por algunos escritores de su tiempo, era en gran parte el responsable del ponerle punto final al tratado original de reciprocidad en 1875, pero finalmente, el 20 de enero de 1887, el senado de Estados Unidos en sesión secreta modificó la cláusula que preveía la extensión del tratado, después de agregar una enmienda como numeral II, forzando a "su majestad el rey de las islas hawaianas, a conceder al gobierno de los Estados Unidos el derecho exclusivo de administrar el puerto del río de la perla, en la isla de Oahu,  para establecer y mantener allí una base naval para uso de los Estados Unidos y, en contraprestación los E.E.U.U. podrán mejorar la entrada al puerto y hacer todas las cosas útiles al propósito antedicho". Este tratado fue ratificado por el senado hawaiano y firmado por el rey el 29 de octubre de 1887. La comisión británica en Honolulu entregó simultáneamente una nota de la protesta formal contra la concesión a los Estados Unidos para una base naval.
 
Orígenes del conflicto
El camino a guerrear entre Japón y los Estados Unidos comenzó en los años 30 cuando las diferencias con China condujeron a las dos naciones a mantener una situación de alerta y tensión que poco a poco fue degenerando en conflicto. Japón en 1931 conquista Manchuria, que hasta entonces había sido parte de China. En 1937 Japón comenzó la guerra con una campaña larga que en última instancia fracasa para conquistar el resto de China. En 1940, el gobierno japonés se vinculó y alineó con el bloque Alemania-Italia (alianza del llamado Eje), y el año siguiente, ocupó todo el Indochina.
Los Estados Unidos, que tenían intereses políticos y económicos importantes en Asia del este, fueron alarmados por estos movimientos japoneses. La ayuda militar y financiera creciente de Estados Unidos a China, dio inicio a un programa para consolidar el poder militar en el Pacífico y cortó el envío de petróleo y de otras materias primas a Japón, que era pobre en recursos naturales. El gobierno nipón vio esto como una amenaza, especialmente por el embargo del petróleo, tan necesario para la supervivencia de la nación. Los líderes de Japón entonces respondieron resolviendo invadir los territorios ricos en recursos de Asia suroriental, aunque ese movimiento daría lugar ciertamente a guerra con los Estados Unidos.
Como el problema con el plan japonés era el peligro planteado por la flota del Pacífico de Estados Unidos, con base en Pearl Harbor o "puerto de la perla", el almirante Isoroku Yamamoto, comandante de la flota japonesa, ideó, por instrucciones de mando imperial, un plan para inmovilizar la flota americana, con
  un ataque sorpresa a esta base naval.
 
Panorámica de Pearl Harbor antes del ataque

El potencial japonés

Los japoneses contaban con 51 divisiones, de las cuales 22 estaban ocupadas en China. A pesar del pacto de neutralidad formalizado entre Rusia y Japón, éste, desconfiado, dejó 13 divisiones en Manchuria y empleó 11 para sus designios expansionistas en el suroeste del Pacífico. Las restantes permanecían en la metrópoli y los distintos archipiélagos que poseía.

El Ejército 14, a cargo del teniente general Homma, debería ocupar Filipinas, apoyado por la 5ª Fuerza Aérea. Este Ejército estaba integrado por las divisiones 16 y 48, la Brigada Autónoma 65 y la Agrupación 56. Por su parte, el Ejército 15, mandado por el teniente general Iida, debería ocupar Birmania y Tailandia. Para ello, contaba con la División 33 y buena parte de la 55. La ocupación de Malasia correspondería al Ejército 25 del general Yamashita, con el apoyo de entre 350 y 450 aviones del Ejército, mientras que para Hong-Kong se destinaba la División 38, dependiente del mando en China. El resto de operaciones en el Pacífico se confiaban a fuerzas de la Marina y al resto de la División 55.

El hecho de que el Ejército japonés atravesara en aquellos momentos por una fase de reorganización hace que las divisiones japonesas variarán entre sí en cuanto al número de efectivos que las componían. Tradicionalmente, el Japón utilizaba formaciones de 12 batallones de más de 20.000 hombres, con medios de transporte animal. Estas fueron sustituidas por divisiones más compactas de nueve batallones, motorizadas, que integraban entre 12.000 y 15.000 soldados. La infantería estaba dotada de un buen armamento artillero, especialmente en lo que respecta a morteros. Además, la moral del soldado japonés era alta, tras varias décadas de éxitos en sus campañas en China y Rusia; la fidelidad al Emperador estaba asegurada por la tradición cultural y la confianza en la capacidad técnica e industrial del Japón estaba avalada por el rápido y reciente progreso experimentado por el país tras su apertura a Occidente.

La táctica de ataque japonés consistía en la infiltración nocturna tras las líneas enemigas, ocupando los puntos estratégicos. Con ello se obviaba el problema de la precariedad de apoyo artillero y se aseguraba el suministro logístico. Las necesidades del soldado japonés eran bajas, por cuanto poseía una extraordinaria capacidad de sufrimiento y aguante, siendo capaz de sobrevivir aislado y con escasa comida durante varios días. En cuanto a los medios técnicos, el Ejército meridional disponía de un número limitado de carros de combate, como el Chi-Ha, ligeros y medios. El potencial aéreo japonés sólo sería empleado parcialmente: 700 aviones de primera línea del Ejército de un total de 1.500, reforzados por 480 aviones de la Armada más los 450 destinados contra Pearl Harbor. Manejados por pilotos expertos y con una gran autonomía, los cazas A6M Zero eran los mejores aviones de combate del Pacífico, pudiendo escoltar a los bombarderos bimotores G3M y G4M durante su vuelo de ida y vuelta entre Formosa y Manila, de 1.450 km. Con ello, los portaaviones considerados necesarios para la cobertura aérea quedaron libres para el golpe de Pearl Harbor. Los bombarderos, sin escolta, podían llegar a Singapur desde sus bases en la Indochina meridional, a 1.100 km. A finales de octubre de 1941 llegaron a estas bases cerca de 100 bombarderos G3M, número que se incrementó con 27 G4M en los primeros días de diciembre. Estos, más pesados, recibieron la orden de acabar con la Fuerza Z británica, especialmente el acorazado Prince of Wales y el crucero Repulse, que habían reforzado la dotación de Singapur el 2 de diciembre de 1941.

La Marina japonesa se organizaba en grupos según los objetivos fijados. El almirante Yamamoto mandaba el grueso de la Flota combinada, dos acorazados con cañones de 406 mm. y cuatro con cañones de 356 mm. A la que pronto se añadiría el acorazado más potente del mundo, el Yamato, con cañones de 460 mm. El grupo de portaaviones que iban a participar en el ataque a Pearl Harbor estaba al mando del almirante Nagumo. Contaba con seis portaaviones, formados en tres parejas iguales: Akagi y Kaga, Hiryu y Soryu, y Shokaku y Zuikaku, estos últimos de reciente construcción y entregados al servicio activo en agosto y septiembre de 1941, respectivamente. Les escoltaban dos acorazados- Hiei y Kirishima-, dos cruceros pesados -Tone y Chikuma-, uno ligero, 16 destructores y tres submarinos. Excepto el Kaga, todos los portaaviones podían alcanzar una velocidad máxima superior a los 30 nudos, llevando consigo entre 63 y 75 aviones, en total 423. Además, Japón contaba con otros cuatro portaaviones más pequeños, dos para entrenamiento y otros dos asignados al frente meridional, que contaba también con dos acorazados con cañones de 356 mm., 11 cruceros con cañones de 203 mm., 7 cruceros ligeros, 40 destructores y 18 submarinos.

 

El potencial norteamericano 

Ciertamente el Ejército norteamericano no se encontraba dispuesto para una guerra a gran escala a finales de 1941. Aislado de los grandes conflictos y sin grandes enemigos que acosasen sus fronteras, la guerra en Europa se veía a gran distancia y con cierta desidia entre la población general. El 1 de julio de 1939, entre las armas de tierra y aire el Ejército estadounidense no sumaba los 130.000 soldados. De las nueve Divisiones que integraban la infantería, ninguna se acercaba a su plantilla de guerra. De las dos de caballería, ninguna podía disponer de la mitad de su personal. No siquiera existía una División blindada y las escasas unidades de tanques eran atendidas por apenas 1.500 hombres. Algo más desarrollada estaba la Aviación, compuesta por 1.175 aparatos y 17.000 hombres.

Las bases de ultramar se encontraban defendidas por un total de 45.300 soldados. Como puede verse, los Estados Unidos no se encontraban preparados para afrontar una guerra a gran escala, con enemigos por aquel entonces mucho más potentes. Sin embargo, el potencial industrial y humano de los Estados Unidos se hallaba intacto, convirtiéndose en apenas tres años y medio en el "arsenal de las democracias". Ajenos a la guerra en Europa, sólo a partir de Dunkerke comienzan a producirse sentimientos de inquietud por la expansión de los fascismos. Como reacción, el Congreso autoriza a finales de agosto de 1940 la movilización de la Guardia Nacional y, pocas semanas después, el servicio selectivo. El progreso es lento, de tal forma que a la invasión de la URSS por Hitler los Estados Unidos sólo han podido reforzar levemente sus bases de ultramar, pues la legislación vigente impide el traslado de efectivos fuera del hemisferio occidental y la permanencia en el servicio militar por más de un año. Finalmente, el Congreso acabó por aprobar la Ley de Ampliación del Servicio Selectivo, rompiendo los límites de actuación del Ejército norteamericano y permitiendo incrementar los efectivos hasta un número de 1.500.000 soldados. La modernización y adecuación para la guerra del Ejército norteamericano es emprendida por el jefe del Estado Mayor, general George C. Marshall, ayudado por W. Bedel Smith, L. T. Gerow, B. Somerwell, P. J. Hurley, J. T. MacNarney, W. K. Harrison, G. V. Strong, W. Donovan, H. H. Arnold, Mark Clark, G. S. Patton  y D. Eisenhower, entre otros. El potencial aliado contaba con 307 aviones americanos en Filipinas (incluidos 35 bombarderos B-17), 158 aviones británicos en Malaya, anticuados en su mayor parte, y otros 37 en Birmania; Holanda contaba con 144 aparatos no mucho mejores en sus colonias. En cantidad y en calidad la superioridad aérea japonesa era total.

Otro elemento a valorar era el portaaviones. Yamamoto fue el primer japonés en vislumbrar que el portaaviones relegaría rápidamente al acorazado y sobre esta hipótesis realizó sus planes. En diciembre de 1941 Tokio disponía de 10 portaaviones, contra siete americanos (tres de ellos estaban en el Pacífico). Sin embargo, Washington tenía en construcción en esos momentos 17 portaaviones, mientras que los astilleros japoneses sólo trabajaban en cinco grandes portaaviones y trasformaban dos grandes buques de pasajeros. La superioridad japonesa era evidente en 1941, pero el tiempo discurría en su contra.

 
Planes de ataque
Conscientes de la importancia vital de asegurarse el control aéreo en el medio oceánico, el Japón planeó la destrucción de los aviones enemigos en tierra y la ocupación de los aeródromos. Era esencial, pues, utilizar el factor sorpresa: golpear con rapidez y eficacia sobre los objetivos previstos, destruyendo las líneas medulares de las defensas enemigas antes de que estos pudieran reaccionar. Un primer problema se presentaba en Filipinas donde, al salir el sol cinco horas más tarde que en Pearl Harbor, los americanos ya estarían advertidos del ataque japonés, lo que les daría tiempo para preparar sus defensas. Conseguida la supremacía aérea y la destrucción de las flotas enemigas, el paso siguiente sería la ocupación de las bases en tierra suficientes para desarrollar las operaciones de ocupación del resto del territorio.
El Mando japonés calculaba que las defensas aliadas no podrían hacer frente a la arrolladora "blitzkrieg" japonesa, tomando Manila al cabo de 50 días, Singapur a los 100 y las Indias holandesas a los 150 días. Los objetivos japoneses eran la ocupación y el asentamiento en una extensa área por el Pacífico y Asia, especialmente Tailandia, Malasia, Filipinas y las Indias holandesas. Para ello, la Marina Imperial debería jugar un papel fundamental, como apoyo de todas las operaciones. Se contaba ya con que la Flota norteamericana, una vez iniciadas las hostilidades, llegaría a Filipinas para apoyar a los países atacados. A partir de ese momento, sufriría el hostigamiento de los buques y submarinos japoneses anclados en las Marshall y las Carolinas, antes de que la superior Flota japonesa diese el golpe final. El optimismo previo, del que Tojo y su grupo de generales eran el mayor exponente, se vio frenado por las reservas del almirante Yamamoto, quien confiaba en lograr un cierto éxito inicial gracias al factor sorpresa y a la excelente preparación técnica y material japonesa, pero conocía la capacidad industrial norteamericana y preveía una larga y costosa guerra con los Estados Unidos. Llegado este momento, pensaba, el Japón podría negociar una paz ventajosa una vez asentado en los territorios ocupados. El único problema radicaba en que, para asegurar el éxito de este plan, la Flota americana del Pacífico debía ser destruida. En los primeros días de diciembre de 1941 dieron comienzo las operaciones previas a la gran expansión japonesa.         
                                                                         
                                                                            
                                                                      Almirante Isoroku Yamamoto
 
El día 4, a las cinco y media de la madrugada, salieron de Hainan en dirección a Sengora, Pattani y Kota Bahru 19 buques de transporte con 26.000 soldados. Un día después salieron siete navíos más hacia las costas de Tailandia, al tiempo que la División de los Guardias Imperiales se preparaba para comenzar su avance desde Indochina hacia Tailandia y Malasia, para apoyar los desembarcos. Inmediatamente después de ser conocido el éxito del ataque sobre Pearl Harbor despegarían los aviones desde Formosa hacia Filipinas. En aquélla, como en Okinawa y las Palaos, estaba preparado el ejército 14 para desembarcar en los lugares previstos tras la realización de varias incursiones aéreas. En China, comenzaría el avance del Ejército 38 hacia Hong-Kong, mientras que las fuerzas diseminadas por el Pacífico deberían ocupar Guam, Wake y las Gilbert. Las órdenes preliminares habían sido impartidas por el Mando meridional el 15 de noviembre. Las definitivas fijaban el ataque para el día 8, denominado en clave "día X", siendo comunicadas por Tokio el 2 de diciembre. Entretanto, la flota de Nagumo se había reunido en las Kuriles el 22 de noviembre.
 
El ataque a Pearl Harbor
Reunida en la bahía de Tankan desde el 22 de noviembre, la Flota de Nagumo se compone de los portaaviones Akagi y Kaga, Hiryu y Soryu, y Shokaku y Zuikaku, dos acorazados- Hiei y Kirishima-, dos cruceros pesados -Tone y Chikuma-, uno ligero, 16 destructores y tres submarinos. En cubierta se embarcan reservas de combustible, bombas perforantes para el bombardeo a gran altura y torpedos provistos de aletas estabilizadoras de madera, especiales para uso en aguas de poca profundidad. Por delante de la Flota de Nagumo, zarpan de Japón 27 submarinos con el objetivo de patrullar las cercanías de Pearl Harbor y su acceso. De los 27, cinco transportan submarinos enanos, que deberán introducirse en el puerto y atacar a los buques norteamericanos allí anclados. Todos los buques cuentan con torpedos de 610 m propulsados por oxígeno líquido, los más poderosos del momento. El 25 de noviembre Yamamoto da la orden de iniciar el ataque.
La Flota sale al día siguiente, navegando por aguas poco concurridas. El sigilo es clave para el éxito de la operación: cualquier barco americano, inglés u holandés que sea avistado deberá ser inmediatamente hundido; si es de otra nacionalidad, deberá ser capturado para evitar que envíe cualquier mensaje. La radio ha de permanecer en silencio, al tiempo que, como medida de contrainformación, el resto de buques japoneses en el Pacífico intensificará sus mensajes para equivocar al enemigo. El día 3 se abastece en alta mar. Cualquier encuentro con un buque americano antes del día 6 eliminaría el factor sorpresa, lo que haría que el ataque fuese suspendido. Si el descubrimiento se producía más tarde, la decisión de continuar con el plan previsto correspondería al propio Nagumo. Una último opción preveía que la Flota se detuviese en espera de órdenes, caso de que las negociaciones con Washington así lo requirieran.
                                                                  
                              
 
Sobre el papel, se esperaba con el ataque derrotar definitivamente a la Flota americana del Pacífico, anclada en Pearl Harbor, y especialmente a los portaaviones Lexington y Enterprise. Para ello, partirían dos oleadas de aviones. La primera, con 183 aparatos al mando de Fuchida -49 bombarderos de alta cota equipados con bombas perforantes, 40 Nakajima B5N2 Kate torpederos, 51 Aichi D3A Val y 43 zeros de escolta-, saldría a las 6 de la mañana a 275 millas al norte de Pearl Harbor, con la misión de destruir las cinco bases aéreas norteamericanas en la isla de Oahu, desconociendo que existían seis. También se atacaría la base de hidroaviones de Kanehoe y, por último, la isla Ford, base de la Flota. Si ésta no se hallaba en puerto, la orden era buscarla en un radio de 150 millas al sur de la isla. La segunda oleada estaría compuesta por 213 aparatos, con otros 30 de reconocimiento que se situarían por encima y 40 más en reserva.
Producido el ataque, todas las unidades deberían volver a sus puntos de partida, previo paso por un punto de abastecimiento de combustible. Con una velocidad de 13 nudos, el 4 de diciembre la Flota atraviesa la línea internacional del cambio de fecha y pone rumbo Sudeste, incrementando su velocidad hasta los 25 nudos y abandonando a los buques auxiliares. La radio capta las transmisiones norteamericanas, que indican que en Oahu no se espera ningún ataque y que los vuelos de reconocimiento norteamericanos se producen al Sudoeste de la isla. La primera decepción japonesa se produce cuando reciben la noticia, facilitada por un espía, de que en Pearl Harbor se encuentran ocho acorazados, pero ningún portaaviones. El 6 de diciembre a las 21 horas, la Flota llega al punto en que debe dirigirse hacia el Sudoeste. El Akagi iza la bandera que fuera enarbolada por el almirante Togo durante la batalla de Tsushima en 1905. Al mismo tiempo, los submarinos enanos inician su entrada en la rada de Pearl Harbor, aprovechando que la malla antisubmarinos no se encuentra desplegada. El 7 de diciembre, a las 5 de la madrugada, desde los cruceros Tone y Chikuma salen dos hidroaviones de reconocimiento, para explorar las rutas de Pearl Harbor y Lahaida y buscar a los portaaviones norteamericanos. Hora y cuarto más tarde parte la primera oleada de ataque en dirección sur.
 
Fácil objetivo
En Pearl Harbor, el domingo 7 de diciembre de 1941 se encuentra anclada la Flota norteamericana del Pacífico, en total 94 buques. De ellos, ocho son acorazados -Pennsylvania, Arizona, Nevada, Oklahoma, Tennessee, California, Maryland y West Virginia- y ocho más cruceros - New Orleans, San Francisco, Raleigh, Detroit, Phoenix, Honolulu, St. Louis y Helena-. Los portaaviones Lexington y Enterprise se hallan en alta mar, el primero regresando de la isla de Wake y el segundo rumbo a Midway. La base de Pearl Harbor dispone del mayor duque flotante del mundo, con 350 metros de largo, capaz de recibir a la vez a un acorazado y un crucero; hay pistas de aviación y se encuentra defendida por el refugio natural Diamond Head, con baterías antiaéreas. En el momento del ataque, de las treinta y una baterías antiaéreas de tierra sólo cuatro estaban en posición. Únicamente la cuarta parte de los ciento ochenta cañones antiaéreos de la Flota disponían de su dotación.
A cargo de la base está el almirante Kimmel, jefe de la Flota del Pacífico, y como jefe de la guarnición de tierra el teniente general Short. Las únicas señales de actividad bélica las proporcionan las tropas de Short, quienes se dirigen a sus puestos tras recibir la "señal de alarma 1", esto es, previsión de actos de sabotaje realizados por la población japonesa. Por ser domingo, la Flota se encuentra anclada en puerto, pues la costumbre es regresar a Pearl Harbor el fin de semana. A comienzos de diciembre, el servicio de desciframiento norteamericano conoce que todo el personal diplomático japonés ha recibido la orden de destruir sus claves secretas y los documentos reservados. Además, se sabe que el cónsul nipón en Honolulu ha recibido información sobre la localización de las unidades de la Flota del Pacífico. Inexplicablemente, estos indicios no hacen al Mando norteamericano prever ningún ataque por parte de Japón. Tampoco lo hizo la información recibida según la cual el servicio de interceptación de mensajes había perdido el rastro a los portaaviones japoneses, interpretando que estos de hallaban anclados en algún puerto nipón. En consecuencia, no fue enviado ningún aparato de reconocimiento ni se incrementaron las medidas de seguridad en la base.
 
Por último, el mando norteamericano estaba convencido de que, caso de producirse un ataque japonés sobre la isla, éste tendría lugar por el sur mediante una operación anfibia. Este convencimiento se vio refrendado por el hecho de que aviones de reconocimiento británicos y americanos habían avistado varios convoyes de tropas japonesas navegando por el golfo de Siam. Minusvalorando la capacidad japonesa, los americanos pensaban que esta operación requeriría del grueso de los portaaviones nipones, lo que impediría que el ataque se produjera de manera simultánea. Sin embargo, esto es lo que finalmente sucedió. El día 6 de diciembre, al tiempo que a bordo de los portaaviones japoneses tenía lugar la ceremonia de consagración a la batalla, los servicios de información americanos se afanaban en descifrar los mensajes en "clave púrpura", hallando que Japón se proponía rechazar las condiciones del ultimátum norteamericano del 6 de noviembre, lo que, en la práctica, significaba la guerra. Simultáneamente, en Washington se interceptaba y descifraba un mensaje japonés según el cual se daban instrucciones al embajador para que el día 7 a las 13, hora local, comunicara oficialmente la ruptura de negociaciones. El contenido del mensaje fue conocido por el almirante Stark, jefe de operaciones navales, a las 9,15 horas. 35 minutos más tarde pasó al Secretario de Estado. Los dos cayeron en la cuenta de que la hora prevista por los japoneses para la ruptura de las negociaciones coincidía con el amanecer en Honolulu y, por tanto, con el inicio de un posible ataque. A pesar de ello, no fue sino hasta más de una hora más tarde cuando el jefe del Estado Mayor General, Marshall, leyó el mensaje, proponiendo a Stark que se pusiera en alerta a las Fuerzas Armadas. Esta opción no fue, sin embargo, aprobada, por lo que Marshall redactó un mensaje personal de aviso que fue cifrado y transmitido a las 12 de la mañana, hora de Washington. Para cuando llegó a Pearl Harbor, el ataque japonés ya estaba en pleno desarrollo.
 
La primera oleada
En las primeras horas del día 7, el dragaminas norteamericano USS Condor avista el periscopio de un submarino durante el desarrollo de una misión rutinaria. A pesar de transmitir la información al destructor USS Ward, que se hallaba de servicio, éste no se comunicó a la estación del puerto. En vano fue buscado el submarino durante dos horas, hasta que un hidroavión lo localizó y señaló su posición mediante bombas fumígenas. Finalmente, a las 6,45 horas, el UUS Ward pudo destruir al enemigo, un submarino de bolsillo, mediante cargas de profundidad y disparos de cañón. Hasta las 7,12 el almirante Kimmel no fue informado del incidente, quien se dirigió a toda velocidad a la isla Ford, en Pearl Harbor.
 
                                                                       
 
Otro incidente revela la impericia norteamericana. Poco después del despegue de la primera oleada japonesa a las 6,15 horas, operarios que se están ejercitando en la estación de radar de Opana observan en sus pantallas la presencia de varios aviones, a 220 kilómetros de distancia. Calculan su origen y transmiten la información al Centro base en Pearl Harbor, quien les contesta que se espera la llegada de un contingente de aviones B-17 desde el continente. Saludados por la población local que habita junto a las playas, los aviones de Fuchida se conducen a lo largo de la costa occidental, confundidos con aviones propios. Inmediatamente, los aviones se disponen para el ataque, poniendo en la práctica una maniobra aprendida de memoria durante los entrenamientos. Los pilotos japoneses conocen Pearl Harbor, pues han estudiado el objetivo a través de mapas y maquetas, de tal manera que cada uno conoce de antemano cuál es su misión. Los escuadrones de bombarderos se agrupan en escuadrillas de ataque, cada una con la misión de realizar un ataque sobre los aeródromos. Los bombarderos horizontales adoptan las rutas de aproximación previstas, lo que permite a sus artilleros apuntar con gran precisión, al tiempo que los torpederos comienzan la maniobra de picado sobre los acorazados norteamericanos.
A las 7,50 comienza el ataque sobre los aeródromos, destruyendo en tierra al grueso de los aparatos. La labor se ve facilitada por la concentración de los aviones americanos y su disposición ala con ala. Al mismo tiempo, la guardia de los acorazados se prepara para izar la bandera. Observan con estupor cómo los torpederos japoneses descienden en picado, lanzan su carga y la estela de los torpedos se dirige hacia ellos. Cinco acorazados -West Virginia, Arizona, Nevada, Oklahoma y California- reciben el impacto de los primeros torpedos. De momento, el buque insignia Pensylvania logra salvarse, por encontrarse en dique seco, así como el Tennessee y el Maryland, lejos de la primera descarga. Reciben impactos también el Utah y los cruceros ligeros Raleigh y Helena. Rápidamente las tripulaciones de los buques consiguen llegar a sus puestos de combate, al tiempo que las dotaciones auxiliares se afanan por apagar los incendios y reparar los daños. La tripulación del Nevada consigue ponerle en movimiento, encaminándose hacia la salida del puerto. Sin embargo, los atacantes pueden operar a placer y disparar con precisión sobre sus objetivos: el Tennessee recibe el impacto de una bomba que perfora los 13 cm. de blindaje de una de sus torres, estallando en su interior; el Arizona es alcanzado por otro proyectil que, tras atravesar su cubierta, explota en los depósitos de proa y parte el buque en dos.
El Maryland y el California sufren también serios daños. Cuando cesa el primer ataque a las 8,25, la práctica totalidad de los aviones americanos ha sido destruida o puesta fuera de combate. El Arizona se ha hundido con más de un millar de los tripulantes; el West Virginia se está hundiendo, presa de las llamas; el Oklahoma ha volcado; el Tennessee arde, con una torre destrozada; el California acaba por hundirse, a pesar de los esfuerzos de su tripulación; otro tanto ocurre con el Utah; el Raleigh se mantiene a flote gracias a los amarres, a pesar de hallarse totalmente inundado. Al mismo tiempo, los submarinos enanos entran en acción, aunque sin demasiado éxito. Aprovechando que la red de protección se encuentra abierta, uno de ellos penetra en el puerto, siendo localizado mientras lanzaba un torpedo contra un buque de apoyo. El proyectil falló el blanco, si bien el submarino fue hundido mediante cargas de profundidad. Tres submarinos más desaparecieron sin dejar rastro, mientras que el último se encalló en la playa y su tripulación fue apresada.
 
La segunda oleada
El segundo ataque dio comienzo a las 8,40 horas, con 54 bombarderos, 80 bombarderos en picado y 36 cazas. La dirige el comandante Shimazaki, del portaaviones Zuikaku, quien dio la orden de despegue una hora después de que hubiera partido la primera oleada. Prevenidos y dispuestos, esta segunda oleada se encontró con mejores defensas americanas. Los sirvientes de los cañones acudieron a sus puestos y la munición fue aprovisionada. En consecuencia, fueron abatidos algunos de los bombarderos atacantes. A pesar ello, el Pennsylvania resultó alcanzado, tres destructores fueron puestos fuera de combate y el Nevada fue obligado a encallar. A las 10 de la mañana el ataque se dio por finalizado. A pesar de no haber encontrado el objetivo principal, los portaaviones Enterprise y Lexington, Nagumo se dio por satisfecho con los daños infligidos, considerando que las pérdidas causadas serían un golpe fundamental para la presencia americana en el Pacífico.
                                                                 
Afortunadamente para Washington, Nagumo desoyó los consejos de Fuchida y otros comandantes, que solicitaban otro ataque más para completar la destrucción de la Flota del Pacífico. Así pues, dio orden a la Flota de emprender la retirada. Particularmente desafortunada fue la decisión de no iniciar la búsqueda de los portaaviones norteamericanos, pues el Enterprise se hallaba de regreso a Pearl Harbor y no hubiera podido resistir un ataque masivo. La decisión de Nagumo posiblemente fue un factor decisivo en el posterior desarrollo de la guerra. De los 183 aparatos de la primera oleada sólo nueve faltaban sobre la cubierta de los portaaviones. El segundo ataque tuvo menos fortuna: sólo regresaron 150 aparatos. La flota japonesa había cumplido su misión y viró hacia el noroeste. Aparte de los 29 aviones perdidos, Nagumo debía contabilizar la muerte o captura de 55 pilotos y tripulantes, la de diez submarinistas y la destrucción de sus cinco submarinos enanos, que se mostraron completamente ineficaces. La contabilidad norteamericana resultó mucho más dolorosa y lenta: 2.403 muertos y 1.778 heridos era su tragedia humana. En lo material había que contabilizar la destrucción de los acorazados Arizona y Oklahoma; las grandes averías y destrozos sufridos por el West Virginia, California y Nevada (que pudieron ser reparados y participarían más tarde en la guerra); se fueron a pique tres destructores y cuatro buques más pequeños; sufrieron daños graves tres cruceros y tres destructores más.
 
En total, 300.000 toneladas de buques de guerra fueron destruidas o inutilizadas temporalmente. Las pérdidas aéreas se cifraron en 183 aviones destruidos y 63 parcialmente dañados, casi el total de los que se hallaban en la isla. Un análisis posterior acorta, sin embargo, el éxito japonés. Cuando Nagumo comenzó a alejarse de las Hawai perdió la oportunidad de su vida. En Pearl Harbor quedaron más de 70 buques indemnes, entre ellos tres acorazados, con escasos daños, y una docena de cruceros, inmensos talleres y diques secos cuya destrucción hubiera supuesto para USA mayor pérdida que la de sus dos acorazados abatidos ese día y, sobre todo, inmensos depósitos de combustible que hubieran paralizado a la flota norteamericana durante meses.

 

Azares y avatares 
El encadenamiento de casualidades que precedieron al golpe contra Pearl Harbor colma la felicidad de los amantes de la historia detectivesca y las truculencias conspirativas. Enumeremos los más llamativos. - La flota japonesa navega durante once días topando sólo con un mercante y unos pescadores japoneses. - El japonés que volaba sistemáticamente con alguna chica sobre la rada de la base en plan turista, sin levantar sospechas. - Los mismos telefonemas en clave salidos del consulado japonés de Honolulú. - Los jefes de Pearl Harbor no hacen caso a las noticias de un trasatlántico, llegado tres días antes del ataque con la información de haber captado raros mensajes en baja frecuencia como de barcos que quisieran ocultarse. - La última chapucería procedente de Washington cuando, interceptado el último mensaje japonés, observaron que la declaración de guerra debe ser entregada por los embajadores a una hora que coincide con el amanecer en Pearl Harbor, y entonces la descoordinación entre los departamentos de Estado, Guerra y Marina alcanza su apoteosis, pues el telegrama de alerta a la base del Pacífico se envía por conducto comercial y llega a destino de manos de un ciclista, ¡japonés!, cuando el ataque es ya un hecho. - Los submarinos enanos japoneses no lograron nada y estuvieron a punto de arruinar la operación de conjunto al ser descubierto alguno de ellos. - Un radar (experimental) divisa un enjambre de aviones que se aproximan, pero sus operadores reciben la orden de desentenderse; son aparatos propios a los que se esperaba, como también así era. - Los aviones agrupados en tierra para mejor protegerse de sabotajes (vivían en Hawai 160.000 japoneses) lo que facilitó su destrucción. - La no protección de los grandes buques por redes antitorpederas, como tampoco lo estaba la entrada de la base. - De los 70 buques de guerra y 24 auxiliares presentes, sólo un destructor tenía las calderas a presión en condiciones de navegar. –  

Los tres portaaviones americanos que habían salido contados días antes para transportar aviones y uno para reparaciones. - La no destrucción de los enormes y rebosantes depósitos de petróleo de la isla, como tampoco de los talleres de reparación, a la larga objetivos tan importantes como los propios buques... En definitiva, un cúmulo de circunstancias que hacen del sonado caso más un compendio de ofuscaciones que una comedia de trágicos enredos. 

Pearl Harbor es una capítulo de la historia militar dedicado  técnicamente a analizar el magistral golpe japonés, fruto de una dinámica insensata de la política exterior, y la  política americana que lo hizo posible gracias a la mezcla inestable de angelismo,  urnas y maquiavelismo refrenado. Si no fuera por esos detalles, los únicos monumentos de la historia serían los cementerios.

 

El texto es resumen de: "Grandes batallas de la Segunda Guerra Mundial"  2001 Ediciones Dolmen, S.L; del libro " ¡Tora Tora Tora! "  de Gordon W. Prange publicado por Reader´s Digest, 1974.  Departamento de la Defensa USA. 50.o Aniversario del comité conmemorativo de la guerra mundial II. Pearl Harbor: 50.o El Aniversario Chronicle Conmemorativo, "Una Nación Agradecida Recuerda" 1941-1991. Washington: El Comité, 1991.

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