LA MOTIVACIÓN DE SER MARINO
A finales de 1.945 estando en el Liceo de la Salle, tuve varias conversaciones en casa de unas amigas mutuas con el Capitán Oscar Herrera Rebolledo, en las cuales, me convenció, que mi futuro, como el de muchos jóvenes colombianos, estaba en la Armada Nacional; luego de haber superado exámenes de toda índole, viajé río Magdalena abajo, en el vapor “Presidente Mosquera” con otro grupo de aspirantes a oficiales de la Armada Nacional.
El Comandante de la Escuela Naval, al llegar, era el Capitán Jorge Pardo Montero de gratísima recordación y entre los oficiales que recuerdo estaban el “caballo” Vásquez, el “papayo” Sánchez, el Tte. Carlos Prieto, el Capitán Ricardo Azuero que enseñaba Construcción Naval y muchos otros que en el momento se me escapan.
LA ESCUELA DE ENTONCES
La Armada Nacional de ese entonces y, a pesar, de tener varios años de existir, era pequeña; los cursos al empezar, eran relativamente grandes, pero a la hora de la graduación no pasaban de nueve o doce graduandos. A más de las razones convincentes del Capitán Herrera y de la normal sed de aventura que alimenta cualquier joven a esa edad, mis motivaciones fueron el deseo de conocer los buques de guerra; de formar parte de su tripulación y de llegar a ser algún día su comandante, además me entusiasmaba la idea de navegar, de gozar del mar y la de tener una vida interesante y “libre” recorriendo el mundo.
El edificio de la Escuela en Bocagrande era pequeño, construido en forma de letra “L”, con tres pisos. En la “pata” grande de la “L” estaban los dormitorios y algunas aulas, pero más tarde hicieron allí el comedor. En ese mismo lugar estaba la Cámara de Oficiales y, algún tiempo después, hicieron el edificio de aulas.
RUTINA DE LA ESCUELA
Los primeros días nos asombrábamos de todo y con todo, de la disciplina, del corre… corre, pero lo más importante eran las nuevas amistades que día a día se iban haciendo. La rutina diaria comenzaba con la levantada a las 05.30 horas para seguidamente formar para trotar, hacer gimnasia, baño –a la carrera- y arreglar las camas, bajar al desayuno (de 6:30 a 7:00 horas), el cual tenía como vianda principal el famoso peto, acompañado de pan y queso. A las ocho empezaban las clases. Después la “relación”, los castigos, el orden del día, etc. Y… alistarse para el almuerzo, que era precedido por un descanso en la Cámara de Cadetes donde se podía escuchar música y tomar una gaseosa con mogolla. La vianda más apetecida era el “pudín con helado”. Este relax duraba hasta las dos de la tarde.
a Sevilla, España.
CANÍBALES Y ADMIRADOS
El “chancho Vargas era el “imaginario” quien velaba en la noche el sueño de los demás; el Brigadier Mayor era el “gallo” Fernández; Eduardo Martínez era muy estricto; Troncoso era un oficial realmente terrible, el “chancho” Vargas y “tobita” Téllez eran “caníbales”. Dentro de los oficiales más admirados estaban el Director de la Escuela Capitán Jorge Pardo Montero, el profesor de Construcción Naval Ricardo Azuero y el profesor de matemáticas y resistencia de materiales Ricardo Carmona.
CASTIGADO POR REBELDE
Los castigos eran muy variados, como darle la vuelta al edificio al trote; plantón con remo sin el más mínimo movimiento, lo cual era difícil con una brisa fuerte y las flexiones en el suelo. El peor castigo que sufrí fue por rebeldía, pues el brigadier Fernández me gritó por saludar a la hija de mi acudiente, Yolanda Pupo; Esto realmente me enervó y lo “acuellé”, por lo cual me mandaron al calabozo. Como esta era una situación insostenible y humillante, entonces me fugué por el mar en un pequeño bote de mi propiedad llamado “Pepe”, pero en muy poco tiempo me alcanzaron y castigaron izándome y manteniéndome, durante siete días con sus noches, en la cofa del mástil de la Escuela. A pesar de lo incómodo, esto no era tan terrible, pues desde allí veía todas las casas a su alrededor y a sus habitantes. Algunas de las niñas vecinas que me observaron, me enviaron golosinas para que no fuera tan duro el castigo.
LAS REINAS Y LAS NOVIAS
Cuando Miriam Sojo Zambrano fue Señorita Colombia fuimos a Barranquilla; las hermanas Aicardi, Elsa (más tarde de O’Byrne) y Leonor (más tarde de Mantilla) fueron princesas; cuando me gradué, la Señorita Bogotá Lucía Ospina Ordóñez, fue mi madrina de grado. En la Corredera salieron las fotos de las novias “oficiales” de algunos cadetes, pero por impedimento para asistir lo fueron en realidad las niñas del Concurso de Belleza. Durante los años de cadete no tuve novias en Cartagena pues el corazón “ya estaba comprometido” con una Bogotana, quien después se convertiría en mi esposa (matrimonio feliz que va para los cincuenta y dos años).
RESCATE DE UN COMPAÑERO
Cuando los oficiales recién graduados tenían que salir, para paseos cortos con cadetes, lo hacían en “La atrevida”, embarcación a vela usada para ese efecto. En una de esas salidas el Teniente Ospina Taborda, por un fuerte viento y sin poder evitarlo se alejó de la costa y encalló. Después de varias maniobras logró salir y fue llevado por la brisa a las Islas del Rosario donde pasó la noche; al día siguiente el Teniente Fonseca Truque fue en su auxilio y lo rescató.
LA CEREMONIA DE GRADO
La ceremonia de graduación se realizó en el muelle en noviembre del año 49. Los compañeros de curso que llegaron al grado de almirante fueron Héctor Calderón Salazar (uno de los tres de la FOC) que además llegó a Comandante de la Armada Nacional y Mario Clopatosky T.
RECUERDOS DE LA VIDA DE OFICIAL NAVAL
El crucero más memorable de oficial, fue a América del Sur, específicamente a la Argentina, donde Evita de Perón, con su esposo el Presidente de la República Juan Domingo Perón, atendieron y agasajaron al Capitán Orlando Lemaitre Torres y a los oficiales. A éstos les regaló, a cada uno, una pequeña espada o daga en recuerdo de su visita.
Como Oficial en la Escuela Naval, de instructor me fue muy bien. El primer día de clase cuando entré, me dirigí al tablero, pinté con la tiza en la esquina superior derecha un clavo, me quité la gorra y la colgué allí, la gorra quedó ahí colgada para gran sorpresa de todos (sobra aclarar que cuando el aula estaba desocupada había entrado y clavado una pequeña puntilla en ese sitio). Se puede decir que antes de llegar mi curso a la Escuela no había biblioteca, sin embargo, los tres compañeros de la FOC, nos pusimos la tarea de buscar libros para dotarla. Tocamos varias puertas y fuimos atendidos por varias personas y entidades, mejorando enormemente su calidad y cantidad y motivando a los cadetes para que asistieran a ella.
COMANDANTE DE LA “ARC ESPARTANA”
Cuando estábamos a punto de graduarnos el profesor de construcción naval, Capitán Azuero dijo a todos, que quien sacara la mejor nota sería nombrado comandante de la ARC Espartana, un pequeño buque guardacostas, cuyos planos y construcción estuvieron a cargo de dicho Capitán. Los cadetes Ospina Taborda y Fonseca Truque se engarzaron en una contienda para lograrlo, la que fue finalmente ganada por Fonseca. La ARC Espartana fue el único buque del cual fui comandante. Aunque fue algo importante para mi, no fue muy agradable, dado que el país estaba en plena confrontación entre liberales y conservadores y el guardacostas tuvo varios desagradables encuentros con estas fuerzas encontradas.
EL GOBIERNO DEL GENERAL ROJAS PINILLA
En la mañana del 13 de junio de 1953, estando en el patio de la Escuela con los cadetes formados, se dio la orden de jurar lealtad al Presidente en ejercicio, Dr. Roberto Urdaneta Arbeláez. Dos horas más tarde se hizo formar otra vez a la Escuela para jurar lealtad al Presidente Laureano Gómez, quien retomaba la Presidencia que había dejado por razones de salud y, cuatro horas después, se repitió de nuevo la ceremonia para acatar la presidencia del General Gustavo Rojas Pinilla. Entonces, pensando que este asunto no era serio, di un paso adelante cuando se preguntó quien no estaba de acuerdo con ello. Desafortunadamente todos los cadetes también dieron el paso al frente conmigo. Entonces, junto con los comandantes de dos buques fondeados en la bahía que habían pensado y hecho exactamente lo mismo, fuimos citados donde el Comandante de la Base, Capitán Pizarro, quien nos preguntó en forma no muy amigable si estábamos o no de acuerdo. En ese momento y ya enterados de los hechos que estaban ocurriendo en Bogotá, todos tres sin vacilación respondimos que sí lo estábamos.
Meses después, estando trasladado a Barranquilla, el General Rojas visitó la unidad de aquella ciudad y me preguntó el porqué de aquella actitud mía, el 13 de junio. El general Rojas al escuchar mis razones me felicitó y me dijo que cuando él llegara a Bogotá, ordenaría mi traslado. Una vez en la capital, formé parte de la oficina de propaganda del gobierno bajo las órdenes del Capitán Oscar Herrera Rebolledo. Allí se hizo durante varios años el famoso programa de televisión “Mares y Marinos de Colombia”, el “Noticiero Colombia al día”, que se pasaba en los teatros antes de las películas. También se hicieron varios trabajos de ese estilo que fueron muy importantes.
Señora María Elvira Fonseca Murillo
Con cuanta satisfacción, respeto y admiración puedo hoy, en esta sencilla pero grata ceremonia, dar cumplimiento a la decisión del señor Presidente de la República de colocar las insignias de Capitán de Corbeta Honorario a un ilustre oficial naval, quien siendo muy joven fue eximio en las proezas del mar y más tarde connotado artista y científico.
El capitán Guillermo Fonseca Truque, es vástago de una distinguida estirpe, cuya cuna fue arrullada en San José de Costa Rica, cuando su señor padre, el ingeniero Joaquín Fonseca Silvestre, era el Embajador de Colombia en ese país centroamericano. Su infancia transcurrió en la añorada y tranquila Bogotá, de la primera mitad del siglo XX, y sus estudios primarios y de bachillerato los realizó en el Liceo de la Salle, institución de los Hermanos Cristianos en la cual estudiamos muchos que nos hemos vinculado a la querida marina de guerra colombiana.
Atraído por el mar, ávido por conocer el mundo y motivado por el entusiasmo de la juventud, ingresó a la Escuela Naval de Cadetes en 1946, donde fue recibido con la tradicional “salada”, habiéndose distinguido como estudiante, entre los mejores de su promoción; fue miembro destacado de la banda de guerra donde tocaba cualquier instrumento y hacía los arreglos musicales para convertir en tonadas marciales canciones de nuestro folclor que la banda interpretaba en los desfiles y ceremonias navales. Fue director de la Corredera y formó parte del famoso trío FOC, integrado por los cadetes Guillermo Fonseca Truque, Alberto Ospina Taborda y Héctor Calderón Salazar, quienes crearon una pequeña emisora para transmitir música seleccionada a la hora del almuerzo. En noviembre de 1949, en ceremonia que se realizó en el muelle de la Base Naval, recibió su espada de oficial y el grado de Teniente de Corbeta. De esta promoción llegaron al grado de Almirante Héctor Calderón, quien fue Comandante de la Armada, y Mario Clopatofsky.
De oficial fue comandante de la ARC Espartana; profesor e instructor de la Escuela Naval de Cadetes y gestor de la biblioteca a través de una exitosa campaña que motivó a diferentes instituciones oficiales y empresas particulares para el envío de libros y textos, logrando en corto tiempo una dotación significativa y valiosa.
Cuando el 13 de junio de 1953, el Teniente General Gustavo Rojas Pinilla asume el poder, formó parte de la oficina de información y propaganda del Gobierno Militar, bajo las órdenes del señor capitán de navío Oscar Herrera Rebolledo, habiendo diseñado y realizado para la televisora nacional el famoso e inolvidable programa ”Mares y marinos de Colombia”, el cual despertó en muchos jóvenes colombianos el deseo de ingresar a la Armada Nacional. En ese programa, los televidentes de entonces, escucharon por primera vez, la hermosa música y las estrofas del himno de nuestra marina de guerra.
Seis meses después de terminar el Gobierno del General Rojas Pinilla, se retira de la Armada Nacional con el grado de Teniente de Fragata y se dedica a cultivar diferentes aficiones como participar en regatas, dedicarse a la pintura y al modelismo naval; pero la obra que lo destaca, en la cual plasmó para la posteridad su simbiosis de marino, científico y artista fue el diseño y construcción en la Escuela Naval Almirante Padilla del famoso Calendario Solar, que es orgullo de nuestra “Alma Mater”.
Así ha transcurrido la vida del marino y del artista Guillermo Fonseca, pero ha preferido la informalidad a la etiqueta, lo cual se ajusta a su manera de ser y a la vida sencilla pero feliz que siempre ha llevado, al lado de su adorable esposa, Doña Elvira Murillo de Fonseca, con quien comparte su vida desde 1952.
Señor Capitán de Corbeta Honorario Guillermo Fonseca Truque, hace 49 años usted se retiró de la Armada Nacional de Colombia, pero la Armada que nunca se retiró de su corazón, en este acto de gratitud y reconocimiento a su vida y trayectoria le confiere estos merecidos galones.
Mil gracias,
Vicealmirante
(r) CARLOS ENRIQUE OSPINA CUBILLOS Presidente
del Consejo de Historia Naval
A
solicitud de Elvira de Fonseca y de su familia quiero expresarle a usted y a los
señores Almirantes y oficiales que lo acompañan, el profundo agradecimiento del
Capitán Guillermo Fonseca y todo su
grupo familiar por esta ceremonia, en que la Institución, con sus dos más
significativas condecoraciones, lo recuerda y le rinde homenaje. Su estado de salud no le permitió
acompañarnos, pero estoy seguro que así como hace unos meses al recibir las
palas de Capitán de Corbeta honorario, sus ojos se llenaban de emociones, hoy
cuando Elvirita le lleve estas honrosas medallas, allá dentro de su mente, sus
pensamientos, en algún nivel que desconocemos le darán la alegría de recordar
esa Armada que tanto quiere y a la que tanto le dio. En el
mundo, en las sociedades, en las instituciones aparecen de pronto seres
especiales, personas que sobresalen por sus cualidades, sus habilidades, sus
capacidades, nosotros a ellos los llamamos “genios”. Guillermo Fonseca es un genio. Pero un genio muy especial, porque su
mayor preocupación fue proyectar, enseñar, compartir hacia todos nosotros esas
inmensas dotes que llenaban su espíritu. Muchas
veces nos preguntamos como un temperamento así, llegó a la estricta vida naval y
como todo en su vida eso también fue especial. Por razones de trabajo de su padre vivió
en los lejanos llanos de Casanare, donde en los puertos fluviales tuvo como niño
la primera visión de la existencia de los buques, los viajes, los
marineros. Ingresó a la Escuela
Naval y se graduó como oficial en 1949 con la promoción número 10. La Revista Corredera, de la cual era el
dibujante principal, rememora este evento y en ella luce como madrina doña
Elvira Murillo Sánchez, muy pronto su esposa y que hoy después de 59 años nos
honra con su presencia. Sus hijos
fueron Juan Guillermo, que muy joven se nos adelantó en el camino a Dios, Andrés
y Maria Elvira. Sus nietos son
Claus, Alejandra, Ujaní e Iyantu, en estos nombres y en el de su actual hogar
Tutasua se refleja dos grandes posiciones de Guillermo Fonseca, su gran
admiración por los nombres indígenas y por la importancia del sol en nuestra
cultura. Mi curso
de cadete, el contingente 21 tuvo la suerte de tenerlo como profesor. Todos recordamos la primera clase que
nos dio y como desde ese momento supo captar nuestra admiración, éramos un grupo
de muchachos, llenos de preguntas y temor en esos primeros días de reclutas y al
iniciar la clase entra impoluto en su blanco uniforme el Teniente Fonseca a
dictarnos clase, mira alrededor buscando donde colgar su gorra y al no encontrar
donde colocarla, toma un pedazo de tiza y con maestría dibuja un gancho en el
tablero, enseguida y con inmensa naturalidad cuelga su gorra en ese gancho que
pintó y dicta su clase, al final retira su gorra y se va. Años después supimos el truco, pero
desde ese día encontramos en él ese ser especial que con un sencillo acto de
ilusionismo nos brindó confianza y comprensión. Posteriormente su gran afición a las velas y su desempeño como
comandante de la “Atrevida”, nuestro primer velero escuela, destacó su espíritu
marinero. Años
después, a mediados de 1957, se retiró del servicio activo, pero siguió
trabajando por la Armada, en todo el país fue famoso un programa de televisión
que editó y actuó llamado “Mares y Marinos de Colombia”. En él relataba historias marineras y
para muchos jóvenes de la época este programa fue su mejor incentivo para
ingresar a este mundo marinero remoto, romántico y misterioso que Guillermo
Fonseca personificaba en la para entonces novedosa televisión. A través
de los años fue pintando innumerables cuadros históricos, marinos y paisajes que
hoy adornan la casi totalidad de las dependencias navales. Así mismo, diseñó y construyó obras y
monumentos, todos ellos con significado y profundos mensajes. En el parque Jaime Duque construyó el
homenaje a nuestra independencia incluyendo una replica del buque donde el
Almirante Padilla se cubrió de Gloria. En
el Club Naval, un faro que en su interior y a través de dos dioramas
cuenta la historia del Fuerte de Castillo Grande, monumento de gran valor, que
ojala con una coordinación de Dimar y el Club Naval, puede volver a abrirse a
los visitantes. Y en Dimar, aquí en
la entrada a su edificio, diseñó el “Ancla a la pendura”,
dejándonos allí el mensaje marinero de que al entrar en aguas peligrosas o
desconocidas, debemos estar preparados y sacando el ancla del escoben, tenerla
lista para fondear. Si en el mar
esa maniobra es estar preparados para una emergencia, aquí en la lejana Bogotá o
en cualquier situación de la vida nos pone de presente la necesidad, de siempre
estar preparados para lo imprevisto.
Podríamos seguir hablando de muchas más de sus obras y los muchos libros
que escribió, pero por aspectos de tiempo quisiera referirme para terminar a uno
de sus principales y más significativos monumentos, el “Calendario Solar” de la
Escuela Naval. En él materializó
sus teorías y la filosofía de su vida, ante todo algo que siempre expresó, su
admiración por el sol y la trascendencia de su tránsito por los cielos. Allí el valor astronómico del paso del
sol en el instante de la hora de la meridiana queda registrado en una placa mientras la única iluminación en el
interior del domo es el reflejo de un espejo de agua que se agita como las olas
del mar y para completar la magia del momento, el silencio de la cúpula juega
con el misterioso rumor que produce el viento al pasar por un juego de tubos que
acústicamente convierte su paso en música, música de la naturaleza. Esto solo se le ocurre a un
genio. Allí hay
muchos mensajes, que ojala los podamos compartir se conserven así como él nos
los enseñó cuando nos presentó su proyecto y eso es labor de ustedes, señores
jóvenes oficiales. Su
admiración al sol, lo materializó académicamente, defendiendo la teoría de que
en el desarrollo de la humanidad y en el proceso migratorio de la naturaleza,
todo siempre sigue la dirección del sol o sea siempre el movimiento natural es
hacia el occidente, siempre buscando el sol, buscando su calor y su
claridad. Y así ha
sido la vida de Guillermo Fonseca y así nos deja su más valioso mensaje, sigamos
al sol, busquemos su luz y su claridad y en ello encontremos, junto al mar, la
verdad, la felicidad y la entrega sincera a nuestro amores, llamémoslo Elvirita,
llamémoslo Armada Nacional o llamémoslo Colombia patria mía. Gracias Guillermo
Fonseca. Gracias a
ustedes por este homenaje y por su presencia.
Señor
Comandante de la Armada Nacional, Señores Oficiales, Señores invitados
especiales, familia del Señor Capitán de Corbeta Fonseca
Truque.