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Unidos por el mar |
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para integrar la familia |
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2021 - N° 241 |
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naval colombiana |
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Director: Dr. Jorge Serpa Erazo • Editor: TFES(ra) Dr. Francisco Rodríguez Aguilera |
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DR. JORGE SERPA ERAZO |
JOSÉ RAMÓN CALDERÓN Z. |
DR. FRANCISCO RODRÍGUEZ A. |
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Director |
Corresponsal Cartagena |
Editor / Corresponsal Europa |
EN ESTA EDICIÓN:
AL CONTRALMIRANTE JOSE DAVID ESPITIA JIMENEZ
DOS AMIGOS RECUERDAN UN DESTACADO OFICIAL NAVAL
TROZOS DE EVENTOS, PERSONAS Y OBJETOS OLVIDADOS POR LA HISTORIA
¿COMO FUI A PARAR A CARTAGENA?
AL CONTRALMIRANTE
JOSE DAVID ESPITIA JIMENEZ
Por: Almirante(ra) Manuel Avendaño Galvis
Con profunda tristeza recibo la infortunada noticia del fallecimiento del Sr. Contralmirante JOSE DAVID ESPITIA JIMENEZ. Oficial submarinista, inteligente, dogmático, prudente, con sentido de Patria, dotado de una vasta cultura con subrayada fidelidad y pasión por su especialidad.
Verdadero Caballero emprendedor e incansable trabajador, dotado de cualidades excepcionales que los submarinistas nunca olvidaremos, hizo de ese cúmulo de virtudes los linderos que marcaron su lealtad con la divisa submarina, con la Patria, con su amada familia y con sus compañeros y amigos. Su partida deja un vacío enorme, justamente cuando la fuerza silente de Colombia está próxima a cumplir
medio siglo de existencia y de valerosos servicios.
Cumpliendo con la severidad de los requisitos propios del arma submarina e institucionales fue escalando grados y cargos que desempeñaba siempre con éxito hasta alcanzar el honroso grado de Contralmirante. Realizaba una de las misiones más peligrosas y primordiales de la Armada.
Sin duda, para su señora esposa y familia, son momentos difíciles que hay que franquear cuando se pierde un ser querido. El cariño de las personas de su círculo familiar y del entorno de amistades, le ayudará a enfrentar esta entristecida pérdida. Reciban de corazón el acompañamiento y las expresiones de solidaridad y amistad de quienes portamos con orgullo la insignia de submarinistas. Gracias por brindarme su amistad. El alma del Almirante Espitia navega silente hacia el puerto de la gloria eterna donde emergerá para habitar en paz en la casa del buen Dios.
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DOS AMIGOS RECUERDAN UN DESTACADO
OFICIAL NAVAL
Por: Capitán de Navío(ra) Luis Enrique Torres Salamanca
Transcurría el año de 1964 y el grupo de cadetes navales del contingente 38, nos embarcamos a bordo de la fragata ARC Almirante Brion en el crucero de fin de año.
Abordamos con la tula al hombro y saludamos el pabellón de popa, con respeto, como lo hacemos los marinos y militares y lo deben hacer todos los colombianos. Al pisar la cubierta principal me impregné del arrojo de la guerra, los marinos curtidos por el estruendo de los cañones y el salitre del mar de Corea lo transmitían en sus rostros, el sentir intenso que queda de la defensa de la libertad se inocula y hace brillar el espíritu naval; el alma de los lobeznos de mar se estremeció.
Nos introdujeron en las entrañas del buque y sentimos el calor del averno cuando llegamos al rancho
Viene la guardia de mar, la maquina propulsora es surrealista, se ven las bielas como almas en pena, en un frenético movimiento que aparece y desaparece, tratando de escapar del infierno, y la emulsión lubricante semejando la babaza de un dragón enfurecido, el ruido está por todas partes, y de pronto, como la muerte, aparece desde la nada el silencio… se cayó el turbo… grita alguien, la afonía reina y el bochorno se hace insoportable. Quedamos a la deriva. La tripulación sale a cubierta a mitigar el calor con la brisa del mar; en la callada pausa se corre la voz de “cantina abierta por cinco minutos”; como raudos potros, los lobos de mar y los lobeznos se dirigen a comprar bebidas frías y viandas, se arremolinan y cada quien grita con desespero su pedido. De pronto reaparece la luz, el sonido de las máquinas, y el silbido del viento que lanzan los ventiladores; y en este momento surge una figura humana vestida con overol, juagado en sudor, y con el semblante de quien ha desarrollado una actividad intensa y agotadora; el tumulto de compradores frente a la “cantina” se abre y deja pasar aquel Semidiós que pide, recibe y sale; mi amigo el cadete recluta, Hernando Ovalle, se le acerca a este ser extraordinario y le dice: “Señor hágame el favor y me compra dos gaseosas y unas papas para mí y para mi amigo, que está mareado en la barbeta de la ametralladora de estribor, y para usted compre lo mismo”; aquel señor lo atiende, con su mirada de cansancio y bondad da media vuelta, el tumulto se abre nuevamente, hace la compra y se la entrega a mi compañero, el negro Ovalle, quien al recibir le pregunta, ¿y lo suyo?; aquel ángel guardián de dos reclutas hambrientos y desconocidos responde, no cadete otro día, y le entrega las vueltas, y mi compañero le dice quédese con el cambio y en otro momento compra lo suyo, no cadete, gracias, respondió nuestro querubín. Muy contentos y agradecidos disfrutamos del milagro. Teníamos un amigo clave en el ARC Almirante Brion.
Llegó el fin de aquel crucero y arribamos a Cartagena, en el alistamiento para desembarcarnos, vi uniformado, con las insignias de su grado y especialidad, al señor que nos compró las meriendas y no nos recibía el dinero ni se dejaba invitar, era el señor Teniente de Fragata Jorge Lara Herrera. Con verdadero pánico le conté a mi amigo el recluta Hernando Ovalle y le hacía la premonición que nos expulsarían de la Escuela Naval por irrespeto, mientras nos desembarcamos procedimos a escondernos del Teniente Lara, en la fila buscamos la sombra de los más altos, William Porras y José Ramón Calderón, y prometimos guardar el secreto como medida de seguridad para que no nos dieran de baja; y así pasaron los años, muchos años.
Algún día, de un tiempo no muy lejano, me encontré con mi Capitán Jorge Lara Herrera saliendo del Hospital Naval de Cartagena, lo saludé con el afecto que siempre le he profesado, él me tomo del brazo y en voz baja expresó: “Me acordé de las raciones de la Brion”; solté una carcajada estruendosa mientras él se fue alejando, volteaba a mirar sonriente y blandía su mano despidiéndose, ese día nos despedimos para siempre, nunca más lo volví a ver. Mi amigo, durante algo más de cinco décadas, Capitán de Navío, color de sumergible, Hernando Ovalle Veloza, unilateralmente había roto nuestra promesa.
Cuando llegue al puerto eterno lo hare en la consola de propulsión de un buque celestial y seguramente mi amigo, Hernando Ovalle, lo hará comandando un grandioso submarino bajo los luceros del infinito, y ahí donde no existe el tiempo los dos amigos saludando al cubrecabeza diremos al unísono.
Gracias mi Capitán.
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¡YO CONOCÍ A JORGE FRANCO!
Por: CTIM(ra) Matías Silva Rivadeneira
Yo conocí a “Mi teniente Franco” cuando él era ayudante privado del Comandante Armada por allá en 1983, si estoy haciendo bien las cuentas.
Por esos tiempos llegué yo como ayudante del comando de Infantería de Marina sin saber leer ni escribir. Nunca supe como llegué a ese cargo pues no tenía palancas ni conocidos y apenas llevaba un año y unos meses de graduado.
“Aterricé” en paracaídas en el CAN literalmente hablando y a las pocas semanas ya había metido la pata más que un par de veces…. ¡Entre otras olvide recordarle a mi General una
reunión de Generales y Almirantes en el Ministerio de Defensa! Como si eso fuera poco, en los mismos días, “Me salté” en algún trámite, al entonces Ayudante General del Comandante Armada. ¡Terribles equivocaciones!!…….
Nunca olvidaré el día en que este último entró como una tromba con sus casi 1.90 metros de estatura en mi oficina…y de paso a la de mi General…(Yo escasamente mido 1.69.. ) ¡No hubo necesidad de que me dijera el hoy famoso “Usted No Sabe Quién Soy Yo!”
Sumadas las metidas de pata, pasé varios días en el limbo sin saber si iba trasladado para Puerto Leguízamo o no… hasta que afortunadamente la tormenta pasó y logré mantenerme a bordo. Según supe años más tarde “al calor de unos whiskeys”, un Oficial del Estado Mayor de IM de ese momento, abogó por mí.
No hubiera sobrevivido el resto del año si “Mi teniente Franco” sin conocerme ni saber quién era yo, no me hubiera guiado cada vez que lo necesité, con su particular estilo: “Venga Suiche le explico” ………..
Tiempo después, en alguna conversación de esas de ayudantes mientras los Almirantes se reúnen, nos dimos cuenta de que ambos habíamos recibido en la Escuela Naval la Espada Nelson al Espíritu Marinero. “Mi Teniente Franco” se sabía de memoria lo que decía el diploma en Ingles y me lo recito varias veces. Inmediatamente incluimos las velas en nuestras conversaciones. Así pues, un día me dijo: Suiche, Hay regatas en Tominé y necesito un tripulante. ¡Yo ni lo pensé!! La tripulación la componíamos, Jorge Franco, “El Pujo Sánchez” y yo. Las regatas eran en Botes Lightning. Todos los Competidores de los clubes náuticos tenían los últimos modelos en Fibra de Vidrio, Fantásticos Spinakers, algunos usaban trajes de neopreno (Wetsuit). Nosotros nos dimos a la competencia en el Lightning del club de la Armada en Tominé, vistiendo Bluejeans y Suéter. El Wetsuit lo reemplazamos por Brandy entre regata y regata.
Navegábamos un viejo bote de madera del club Pocigüeica, escaso de herrajes, (de hecho, muy escaso) con un mástil que crujía en cada ceñida y velas algo amarillentas, tanto así que era fácil distinguirlo entre las blancas y radiantes velas de los otros botes.
Pasamos varios fines de semana poniéndolo a punto. Jorge y el “Pujo” compraron algunos herrajes y cabos (dado mi sueldo yo era socio industrial del emprendimiento), pintamos algo de la estructura, y si no estoy mal hasta tratamos de alguna manera de calafatearlo y encerarlo.
Durante dos fines de semana estuvimos compitiendo, y a pesar del pobre desempeño de nuestro bote frente a los otros clubes, nunca dejamos de competir. Recuerdo que, en una regata con mucho viento y calados hasta los huesos, íbamos tan bien que hasta pensamos que terminaríamos en una importante posición. ¡Desafortunadamente estábamos exigiendo mucho al pobre bote, que, hacia agua, vibraba con cada viraje, tronaba en los trasluches y el mástil de madera gemía por el esfuerzo hasta que el estay de proa reventó!
No nos rendimos… Suiche súbase al Mástil dijo “Mi Teniente”…. a reemplazar el estay con un cabo y a
seguir navegando. Terminamos la regata con dignidad. Esa noche recibimos el premio al espíritu marinero. Gozamos como si hubiéramos recibido el primer premio.
La vida continuó y nuestras carreras nos permitieron cruzarnos un par de veces más dentro de la Armada y algunas en la vida civil. Siempre que nos encontramos recordamos las anécdotas del CAN y las navegadas en Tominé
Al Igual que muchos, sentí mucho saber de su partida. Yo Conocí A Jorge Franco, tal vez no tan bien como otros quienes leen este artículo, pero de mi parte puedo decir que Jorge era un excelente ser Humano; era un Hombre correcto, era un Caballero. Jorge me tendió la mano cuando lo necesité.
Hay personas que pasan por este mundo sin dejar huella y hay personas que deciden no pasar en vano. Jorge así lo hizo. Yo doy fe de que Jorge Franco dejo huella de su paso. Estoy seguro de que muchas otras personas pueden decir lo mismo.
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TROZOS DE EVENTOS, PERSONAS Y OBJETOS
OLVIDADOS POR LA HISTORIA
Por: VALM(ra) Carlos Ospina Cubillos
Hace unos años, ya perdiéndose en nuestra memoria, el Presidente de la Republica Dr. Alfonso López M. visitó la Escuela Naval para una ceremonia y en ella quedaron grabadas sus palabras así: “Señor Capitán de Navío Carlos Ospina Director de la Escuela Naval, este cuadro es el obsequio oficial que el Rey de España entregó al Presidente de Colombia en su reciente visita, es el Plano original de Cartagena de Indias elaborado en 1772 por el Ingeniero Antonio de Arévalo avalado con su firma. He considerado que este valioso símbolo tiene su mejor destino en esta histórica Escuela Naval para que aquí sea conservado en la oficina de su Director.“
Respetando este compromiso este valioso mapa se seguirá conservando en ese emblemático lugar. Algunas fotos nos permitirán conocer parte de esta historia y detalles del cuadro.
Momento de entrega del cuadro, por parte del Señor Presidente.
Vista total del cuadro.
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