José Antonio Villamizar Hernández era de aquellos hombres
que nacieron para luchar, para competir y hacer todo lo posible por llegar
primero a todas las metas que la vida nos va mostrando a los seres humanos.
Era un convencido de que no solamente hay que ser bueno sino que además hay
que parecerlo; tal vez por esto muchos lo llegaron a criticar. Él tuvo, como
la gran mayoría de nosotros, un vestido de marinerito cuando era pequeño.
Pero creía que el suyo era más bonito, más azul, los botones más dorados,
que le quedaba mejor que a todos los demás.
Llegamos a la Escuela Naval
de Bocagrande en 1.953 con el contingente Naval 22 y Mercante M-3. Nos
pusimos el uniforme de reclutas y empezamos a mirar hacia los lados para
descubrir quienes serían nuestros amigos y quienes serían los competidores a
los cuales habría que vencer para llegar primero a la meta. Siempre sucedía
lo mismo cuando cambiábamos de colegio. Pero José Antonio arrancó con
ventaja porque en vez de venir del colegio del Hermano Pedro, venía de la
Escuela de Grumetes de Barranquilla. Él lo sabía y todos lo sabíamos; pero
él se encargaba de que no lo olvidáramos en ningún momento. Él había jugado
fútbol en los "monaguillos" de Santafé, y sabía de toros más que
cualquiera; cuando siendo reclutas nos subieron a una tarima, antes del cine
de los sábados, para que los cadetes antiguos se burlaran de nosotros al
tratar de cantar lo mejor que podíamos, José Antonio les cantó "Begin
the begin" en perfecto inglés y con una voz que sorprendió no
solamente a los demás reclutas sino a todos los antiguos: "Pa que
respeten", parecía decir con su mirada desafiante.
José Antonio me
ofreció su amistad y yo la acepté con agrado. A mí me gustaban los
luchadores como él, porque uno siempre puede aprender algo de los demás, y
con mayor razón si se trata de los mejores. Y esa amistad se fue
consolidando con los años. Se fortaleció cuando yo me retiré de la Armada y
dejamos de mirarnos como amigos-rivales. Tomamos rumbos muy distintos, pero
siempre se ocupaba de localizarme para mantenerme al día sobre sus ascensos
y sus triunfos. Yo le contaba también sobre los míos.
Sus únicas razones
de ser fueron la Armada y su familia. Buen hijo, buen hermano, buen padre,
cariñoso abuelo. Comandante del batallón de cadetes, Director de
comunicaciones de la Armada, Director de la Escuela Naval, Comandante del
velero Gloria, estudiante del "war college" de la marina
Americana, Contralmirante. Casi todo lo logró contra viento y marea. Su
única frustración fue la de no haber llegado al cargo de Comandante de la
Armada, aunque llenaba todos los requisitos para serlo: A esos niveles de
altura las decisiones de los mandos se vuelven complicadas e impredecibles.
Sólo uno de nuestro curso pudo llegar a la anhelada meta y no fue él. Lo
único que le faltó.
El año pasado, cuando ya su salud estaba deteriorada
sustancialmente, me confió que veía cercano el final de su camino, y que lo
único que lo mantenía con vida era la esperanza de poder celebrar con todos
nosotros, sus compañeros de curso de la Armada, el aniversario de los 50
años de graduados como Oficiales. Su deseo, gracias a Dios, se pudo cumplir
en febrero de este año cuando nos reunimos en Cartagena. Durante la misa en
la capilla de la Escuela Naval, a pesar de las limitaciones físicas que le
imponían la bala de oxígeno y su avanzada debilidad, pude ver que se erguía
con orgullo de la banca donde se encontraba, al lado de Lourdes, y luego con
voz asfixiada por la emoción levantó la vista hacia el cielo y leyó una
oración corta y hermosa de agradecimiento al Dios de todos nosotros. Las
fotos que tengo de esos momentos, son testigos de que nuestros ojos estaban
hinchados de llorar y de que algo estaba atorado en nuestras gargantas.
Genio y figura hasta la sepultura: La mitad de tus cenizas, por disposición tuya,
volará desde lo más alto del mástil más alto del Gloria hasta llegar al mar
que tanto quisiste. La otra mitad quedará en una urna del cenizario de la
Escuela Naval, la misma que te vio nacer para la Armada y la misma que te
vio morir para los que te quisimos.
José Antonio: Nos ganaste a todos porque te fuiste primero.
Bogotá, noviembre 4 de 2.007