Pañol de la historia 
Instructivo virtual de CYBER-CORREDERA para fortalecer la cultura naval 

Por Jorge Serpa Erazo
Vicepresidente del Consejo de Historia Naval  
LA TOMA DE TARAPACÁ: "FALSO POSITIVO"


LA HISTORIA Y LA VERDAD
Una de las cosas más difíciles de escribir es la historia, pues algunos hechos que solo se conocen por conjeturas, versiones o escritos provenientes de muchas fuentes, requieren comprobar su veracidad, analizando testimonios e investigando a fondo lo ocurrido. La Historia solo tiene sentido si relata la verdad, así su búsqueda sea temeraria, difícil o demorada. Mientras mayores sean las dudas, hay menos espacio para la conformidad. El fin de buscar la realidad de los hechos favorece  el florecimiento del altruismo investigador, para lograr el triunfo de la verdad sobre la mentira.
Entre más cruentos, apasionados y violentos sean los episodios, quien los relata está obligado a no capitular ante los obstáculos ni a claudicar ante la dificultad. Nada debe detener al historiador en el conocimiento de la verdad. Cuando han pasado los días de la lucha, los meses de tribulación y los años de la tempestad, la amenaza aumenta para que la realidad se  tergiverse, se amañe o se oculte.
Así las cosas, muchos son los sucesos que se han arreglado y acomodado para su ingreso a los capítulos de nuestra Historia, como el caso de Antonio Ricaurte quien no murió en San Mateo en la explosión del polvorín para salvar la vida de sus compañeros y sembrar el pánico entre los españoles.    El mismo Simón Bolívar al respecto refiere: "...yo soy el autor del cuento, lo hice para entusiasmar a mis soldados, para atemorizar a los enemigos y dar la más alta idea de los militares granadinos. Ricaurte murió el 25 de marzo de 1914, en la bajada de San Mateo, retirándose con los suyos, murió de un balazo y un lanzazo y lo encontré en dicha bajada tendido boca abajo, ya muerto, y las espaldas quemadas por el sol", como consta en el famoso "Diario de Bucaramanga" de 139 páginas, escrito por el Coronel Luís Peru de Lacroix, edecán del Libertador, quien lo acompañó durante su permanencia en Bucaramanga en 1828, mientras se realizaba la Convención de Ocaña y tomó nota minuciosa de todo lo que Bolívar comentaba y hacía.
En el áspero anfiteatro de la historia maquillada aparece otra "tramoya" relacionada con el Conflicto Amazónico (1932/1934), denominada "La toma de Tarapacá", que se relata a continuación:
 
EL CONFLICTO AMAZÓNICO
El 1º septiembre de 1932 (exactamente 7 años antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial), unos civiles peruanos se tomaron el puerto de Leticia, violando la soberanía nacional establecida por el Tratado de Límites y Navegación Salomón-Lozano suscrito entre Colombia y Perú el 24 de marzo de 1928. En esta intrépida acción expulsaron, al Intendente Alfredo Villamil Fajardo, al Alcalde Heriberto Uribe Guerrero y a las demás autoridades y pobladores colombianos, a Tabatinga (Brasil). Con este acto ilegal, los peruanos pretendían lograr una revisión del Tratado vigente, lo cual, dio inicio al Conflicto Colombo Peruano.

La comandaron el ingeniero Oscar Ordóñez y el alférez del Ejército del Perú Juan de la Rosa, quien vestía prendas civiles. Aunque los asaltantes vestían de paisano, la participación militar en el ataque se comprueba por múltiples aspectos. El alférez La Rosa, era el comandante de la guarnición de Chimbote. Se emplearon ametralladoras pesadas y cañones, al lado de fusiles Mauser y carabinas Winchester, que sólo podían tener procedencia castrense. Una vez perpetrado el asalto, un contingente de soldados en uniforme distribuyó centinelas en los puntos más importantes de la población.

Para entonces, Colombia no se encontraba en condiciones de repeler esta acción por la carencia de ejército y marina de guerra preparados, ante lo cual reaccionó el pueblo con generosidad, entregando sus joyas matrimoniales para la compra de armas, buques de guerra y transporte, aviones y pertrechos.

La agresión despertó a Colombia y la defensa se convirtió en propósito nacional, apoyada por toda la ciudadanía. Ante la urgencia, se adquirieron en New York dos unidades viejas, un transporte y un barreminas, que fueron bautizadas "Boyacá" y "Pichincha" respectivamente.

En Francia, el embajador General Alfredo Vásquez Cobo (quien se había enfrentado y perdido en las elecciones de 1930, con el Presidente liberal Enrique Olaya Herrera), adquirió tres buques mercantes que se llamaron "Mosquera", "Bogotá" y "Córdova".

Para iniciar las operaciones militares, se organizó el "Destacamento Amazonas" a órdenes del General Efraín Rojas, quien con 700 hombres, zarpó el 9 de noviembre de 1932, de Puerto Colombia con el "Boyacá", el "Pichincha" y el "Barranquilla", con proa al Amazonas, donde se uniría con la expedición al mando del General Vásquez Cobo (renunció como embajador en Francia para luchar contra el Perú). Cuando el General Efraín Rojas se despidió del Presidente Olaya Herrera, este le entregó un sobre lacrado para ser abierto y leído cuando hiciera contacto con Vásquez Cobo. El referido sobre le daba instrucciones al General Rojas para que siguiera como subalterno de Vásquez Cobo, lo cual mortificó a los integrantes del "Destacamento Amazonas" y casi se produce un motín que fue debelado por el mismo General Rojas. Nadie entendió la razón por la cual, el Presidente Olaya le quitó el mando de la expedición a un oficial de carrera para, entregárselo a un General conservador, cuyos grados los había logrado en las guerras civiles. Aunque en el transcurso del conflicto hubo diferencias de criterio sobre algunas operaciones, los conocimientos y estrategia militar del General Rojas prevalecieron, como la decisión sobre si primero se atacaba Leticia (opinión de Vásquez Cobo), o se tomaba a Tarapacá (idea de Rojas). Para dirimir este conflicto fue necesario acudir a Bogotá, donde el Gobierno Nacional, apoyó el plan del General Efraín Rojas. En virtud de ello, era necesario atacar y ocupar a Tarapacá, despejar el río Putumayo, tomar el fuerte de Guepí y atacar Puerto Arturo (en territorio peruano), para luego, en una acción combinada caer sobre Iquitos (río  Amazonas) y tomar Leticia. 

Fondeada la flotilla colombiana sobre el río Amazonas, a diez kilómetros del Putumayo colombiano, a las 10 de la mañana del 14 de febrero de 1933, el General Alfredo Vásquez Cobo envió a Tarapacá una lancha rápida, con el Teniente Jorge Hernández, portador de un "ultimátum" para el Teniente Gonzalo Díaz, comandante peruano en el lugar. En las horas de la tarde del mismo 14 de febrero de 1933, la flotilla colombiana avanzó hasta las proximidades de Tarapacá, para emprender al día siguiente la operación anfibia.

A las 6 de la mañana del 15 de febrero de 1933, se inició un bombardeo aero-naval sobre el fuerte enemigo y a las 9 horas, las tropas desembarcaron y no encontraron NADA. El Teniente Díaz, en horas de la noche, había huido con sus hombres, a bordo de la lancha "Estefita", por el río Cotué. Seguidamente, el General Vásquez Cobo, ubicó un batallón de 300 hombres en Tarapacá. 

 

EL FALSO POSITIVO  

Sin pérdida de tiempo, Vásquez Cobo dirigió al Presidente Olaya Herrera dos mensajes que fueron motivo de regocijo y locura popular. En casi todas las ciudades cuando se difundieron las noticias enviadas desde Tarapacá por el comandante, se organizaron manifestaciones, se publicaron ediciones extraordinarias de los periódicos, se dibujaron imágenes como la que ilustró la portada de la famosa revista "Cromos" (donde se muestra a las tropas colombianas desembarcando en Tarapacá, bajo el nutrido fuego de los peruanos atrincherados en la orilla). Ese día, de la rutina, se pasó al festejo y después a la parranda popular, donde todos brindaron y se abrazaron. Los telegramas o "radios" (como en la época se llamaban) causantes de una alegría colectiva cargada de patriotismo y orgullo, dicen así:         

Tarapacá, 15 de febrero de 1933. Presidente. Bogotá”. “A las 9 de la mañana flotó nuestro pabellón sobre el cerro de Tarapacá. Librose combate artillería apoyado por aviones y tropa desembarque. Felicito vuestra excelencia. No hubo novedad. Servidor. Vazcobo”.

 

No conforme con el anterior mensaje, el senil  General, obnubilado por mostrar resultados (positivos), tanto en el Gobierno como en la opinión pública, horas más tarde y para el mismo destinatario, envió otro telegrama:

 

“Acabo de recorrer cerro Tarapacá, que estaba convertido en un Gibraltar. Trincheras con corredores subterráneos y todo lo que enseña el arte militar, pero ante el empuje de nuestros barcos, nuestra escuadrilla aérea y el arrojo de las tropas que desembarcaron, huyeron dejando cañones Krupp de 75 milímetros de montaña con municiones, muchos elementos de guerra, municiones de ametralladora etc. Jefe, oficiales y tropa estuvieron a la altura de su fama, leones de Colombia. No hubo novedad. Servidor. Vazcobo”.

 

Años más tarde, el escritor y columnista Juan Lozano y Lozano, quien fuera Teniente del Ejército y uno de los oficiales más distinguidos que participaron en el conflicto Colombo-Peruano, escribió lo siguiente:

 

"Un día, en Caucayá, al saltar del cañonero a tierra, tuve la sensación o de que yo estaba loco o de que todos mis compañeros de campaña en el alto Putumayo se habían enloquecido. Los soldados corrían y saltaban como poseídos, y nadie me daba razón de tan inusitada efervescencia. Por fin llegué al comando, y supe de ojos humedecidos y de labios trémulos, la noticia fantástica. Los leones de Colombia habían vencido a las legiones peruanas en la primera batalla, la cual, por el contexto del radiograma recibido aparecía grandiosa y gloriosa. Una emoción igual no vuelve a experimentarse en la vida. Desde los tiempos de Cuaspud era el primer laurel guerrero, que ceñía las sienes de la patria. Y los oficiales llorábamos, y gritábamos, y nos abrazábamos perdidamente al mirar por vez primera, tan positiva y tan cercana a nosotros, la imagen de la patria; porque no hay patria donde no hay gloria.

Después he sabido que a lo largo y a lo ancho del país fue idéntica la reacción popular al parte del general Vázquez Cobo. Más tarde se supo del fraude inmenso, el fraude ignominioso. No había habido siquiera tal combate. Las tropas colombianas después de gastar inútiles pertrechos, habían desembarcado en un lugar desierto".

 

Así las cosas, al Teniente Juan Lozano y Lozano, después de haber escrito este artículo, no le quedaba sino frustración. Su recuerdo sobre la Guerra con el Perú, debió ser una sucesión de sombras. Su crónica fue la protesta de un soldado engañado por un "falso positivo" que empañó la victoria. 


Bibliografía:

"El diario de Bucaramanga" -L. Peru de Lacroix -Editorial Bedout -Octava edición 1967-

"Conflicto Amazónico 1932/ 1934"  -Villegas Editores -Primera edición 1994- 

"Ensayos críticos" Juan Lozano y Lozano -Editorial Santafé 1938-  

"El Tiempo" Edición Extraordinaria del martes 14 de febrero de 1933 -Fotocopia de la primera página-

"Revista Cromos" Fotocopia de la portada y de una página interior de la edición Nº 852, del 18 de febrero de 1933


A los marinos de Colombia se dedican estos trabajos de investigación.  Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un  homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado.

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