Pañol de la historia

Instructivo virtual de CYBER-CORREDERA para fortalecer la cultura naval   


Producción de Jorge Serpa Erazo


El pasado mes de febrero, en la Academia Militar de Historia, fue recibido como nuevo miembro el señor Contralmirante Luís Carlos Jaramillo Peña, también miembro del Consejo de Historia Naval, quien presentó un interesante trabajo, el cual, por su importancia, tenemos el gusto de transcribir.


"UNA MIRADA RETROSPECTIVA A NUESTRA MARINA DE GUERRA"

Contralmirante Luis Carlos Jaramillo Peña


Por nuestra posición geográfica, con costas sobre los dos mayores océanos, el Atlántico y el Pacífico, Colombia debería haber sido desde su nacimiento y aún mucho antes de nuestra independencia y conformación como República autónoma y libre, una nación marítima  volcada al mar, a su explotación y al aprovechamiento de sus recursos, con una  Flota Pesquera que brindara trabajo y prosperidad a muchos compatriotas y alimentación saludable a nuestro desnutrido pueblo, con una Marina Mercante pujante y agresiva que aprovechara las ventajas de ese amplio camino que es el mar, no solo para facilitar el intercambio comercial sino también para permitir el abrir nuestras mentes y facilitarnos el encuentro con otras culturas bajo el marco de nuevos y amplios horizontes, con una infraestructura portuaria y con una industria de astilleros capaz de soportar adecuadamente a tanta embarcación y a tanta gente de mar como la que deberíamos tener y lógicamente también, apoyada y soportada por una Marina de Guerra capacitada para controlar nuestras costas, para ejercer adecuadamente la soberanía sobre nuestras áreas marítimas, para atender la seguridad de la vida humana en el mar y para realizar todas aquellas tareas relativas a la investigación y al desarrollo científico en lo atinente al mar y a su entorno. A más de lo anterior, nuestro País, también cuenta con una importante cantidad de ríos navegables que en no pocas ocasiones se convierten en las únicas posibles vías de comunicación para extensas regiones y por tanto, representan un elemento clave para su seguridad y desarrollo.

 Inexplicablemente, así no se desenvolvieron las cosas, y quién pudiera imaginar cual fue verdaderamente la razón por la cual en lugar de mirar al mar, nuestros antepasados le voltearon sus espaldas y nos enclavaron en esta incómoda posición en forma tal, que hoy en día, pese a los esfuerzos realizados, aún no la logramos enmendar.

Con este marco de referencia quisiera aventurarme para mirar retrospectivamente cual ha sido la interrelación y el devenir  histórico  de los diferentes aspectos que han influenciado en nuestro País en el desarrollo de su Armada, Institución que nos enorgullece y que nos llena de optimismo y satisfacción por todo lo que representa y por los logros que ha obtenido, destacando que desde siempre, sus integrantes han demostrado una mística y una dedicación sin igual para lograr cumplir con la misión que en cada momento histórico la Patria les ha asignado, pese al olvido y  abandono a que nuestros gobernantes  los sometieran en algunas etapas de nuestra historia.

Los indígenas primitivos como lo soporta el Sr. Teniente de Navío Guillermo Fonseca Truque en su obra “Milenio Navegando”, fueron navegantes y desarrollaron autónomamente sus embarcaciones. El cayuko, embarcación de los  caribes, tenía el  casco estructurado en V propulsado a más del canalete por  vela tarquina y foque, siendo este último al parecer, originario de América. Es decir nuestros nativos nunca fueron esquivos al mar.

El descubrimiento de América fue hecho por marinos financiados por los Reyes Católicos. Cristóbal Colón en su cuarto viaje en 1502 tocó costa en lo que actualmente es Honduras, y creyendo que había encontrado la península meridional de la Indochina descubrió  Veraguas, supo de la existencia de otro Océano al sur, encontrando el cabo de San Blas, e imaginó que estaba cerca de la desembocadura del Río Ganges, llegando hasta cercanías de nuestra patria. Presionado por su decepcionada tripulación por no haber encontrado los tesoros figurados, enfermo regresó a España en 1504 sin saber  qué había descubierto.

Si nos ponemos a pensar en la limitada capacidad de alojamiento y de almacenamiento de víveres de la embarcaciones utilizadas en aquellas épocas,  en las inmensas incomodidades y penalidades que estas largas travesías implicaban, en la forma como se constituían las tripulaciones en base a un pequeño número de profesionales del mar, los oficiales los contramaestres y los carpinteros, con una marinería a la que muchas veces tenían que reclutar a la fuerza sacándola de bares y cantinas, no es difícil intuir que exceptuando las tripulaciones base y unos cuantos cartógrafos, el grueso de los conquistadores españoles no tenían ni sentían por el mar una verdadera vocación y por tanto, este significó para ellos solo un medio para  llegar al Nuevo Mundo, enfrentándose  a la aventura con la ilusión de encontrar  fortuna o de evitar algún castigo, pero la verdad,  no se caracterizaron por ser  avezados marinos como sí lo fueron en esa época los ingleses, los holandeses y los portugueses.

En 1503 los Reyes Católicos fundaron en Sevilla la Casa de Contratación para controlar el comercio y el trafico entre España y las Indias, ente que posteriormente quedó supeditado a la autoridad Del Consejo Supremo de Indias creado por Fernando el Católico en 1511 con reformas de  Carlos V y de Felipe II; órgano legislativo con suprema autonomía sobre todo lo relacionado con aquellas actividades y que a la postre fuera fruto de descontento en las colonias por las disposiciones sobre comercio exterior restringido a la metrópolis y con obligación de hacerlo solo en naves con bandera española, en contraste con la apertura y libertad de comercio que tanto defendieran en especial los ingleses y holandeses.

 El 25 de Septiembre de 1513, Vasco Núñez de Balboa descubre el Océano Pacífico. En Agosto de 1519, Pedroarias funda Panamá. Sebastián Elcano realiza la hazaña de darle la vuelta al mundo en su viaje de 1519 a 1522. En 1524 Rodrigo de Bastidas funda Santa Marta. El 1 de Junio de 1533 en la localidad de Calamarí, Pedro de Heredia funda Cartagena y en1539 Juan Ladrilleros por comisión de Pascual de Andagoya funda Buenaventura.

 A partir de mediados del siglo XVI como medida para evitar el contrabando y minimizar las numerosas pérdidas ocurridas por naufragios y por asaltos de piratas y corsarios, se organizaron flotas con itinerarios periódicos en las que se reunía un número determinado de mercantes con la protección de buques de guerra. Esta medida inicialmente fue muy exitosa por lo cual en forma definida se organizaron dos servicios que teniendo como puerto de origen Sevilla y como etapa intermedia Dominica, cubrían rutas al Golfo de México Antillas y Centro América y la segunda a Tierra Firme, Portobelo  y Cartagena de donde individualmente cubrían los puertos de La Guaira, Maracaibo Riohacha y Santa Marta.

Felipe II a insistencias del Papa Pío V participó en la alianza para combatir los turcos que habían invadido Chipre y amenazaban el Adriático. La flota de la Alianza al mando del medio hermano del rey, Don Juan de  Austria, derrotó a la turca comandada por Alí Pasha  el 7 de octubre de 1571 en Lepanto, última gran batalla naval, en que participaran embarcaciones propulsadas a remo. De la magnitud del combate donde la armada española fue decisiva comentó quien perdiera en ella la movilidad de uno de sus brazos, Don Miguel de Cervantes “la más alta ocasión que vieren los siglos pasados, los presentes ni esperen los venideros”.

En su obra “Los Piratas en Cartagena” dedicada al Presidente Rafael Núñez, doña Soledad Acosta de Samper,  narra como en la noche  del 9 de Febrero de 1586 Francis Drake, célebre ya por sus exitosas  operaciones contra las Colonias, pirata para España  y Almirante para la reina Isabel y para la Armada Inglesa, realiza el primer ataque naval contra Cartagena destruyéndola y saqueándola.

 Tanto en esta oportunidad  como en todos los trágicos y dolorosos  episodios de ataques de corsarios y piratas a Cartagena y a otros puertos, se aprecia claramente como  el gobierno español, no tuvo inconveniente ni ahorró esfuerzos para dotar sus plazas en el Caribe y en especial a esta, de una costosa infraestructura defensiva terrestre, pero en contraste, nunca se preocupó por contar con una Fuerza Naval en el área, apropiada para combatir y controlar a su enemigo en donde ejercía el poder, el mar. En este sentido su esfuerzo se limitó a la protección de las flotas mercantes y a la utilización de pequeñas unidades que ejercían tan solo funciones de patrullaje para evitar el contrabando. ¿Por qué, esta actitud siendo que España como hemos visto había exitosamente vinculado su historia al mar?  Parecería que la mentalidad de una fuerte defensa en tierra estuviera ligada a la creencia que el combate final, gracias a su famosa y eficiente infantería, siempre les sería favorable y por lo contrario, intentarlo en el mar podría ser a otro precio. El desastre de la tristemente recordada Armada Invencible ocurrido en 1588  a mi entender, por su importante repercusión económica y de prestigio, fue motivo de prevención para que la Corona Española, intentara nuevamente correr el riesgo de disputar abiertamente el dominio del mar. Los ingleses por lo contrario, muy lejos de su Patria, improvisaron  bases de operación y tuvieron la capacidad para proyectar el poderío de su país y golpear en su comercio a las Colonias Españolas muy fortificadas en tierra pero relativamente débiles en sus fuerzas navales.

Como consecuencia del debilitamiento del poder marítimo español, a mediados del siglo XVII, el éxito inicial del servicio de flotas disminuyó y estas no solo fueron cada vez más pequeñas sino más esporádicas, al punto que en varios años, no se contó con el servicio. El comercio declinó y la crisis económica se hizo sentir, faltaron las naves mercantes, los buques de guerra escasearon y los astilleros en España, se vinieron a menos.

 Tras la Paz de Utrecht, en 1714 se puso fin a la Guerra de Sucesión de España en claro beneficio para Inglaterra al obtener a más de importantes posiciones, su meta tanto buscada, el derecho a comerciar con las colonias españolas, en donde  por la falta de transporte adecuado para el comercio y también por las restricciones  y abusos de  las autoridades  de la Casa de Contratación y del Consejo de Indias donde la corrupción desafortunadamente se había generalizado, era evidente el descontento de los comerciantes, mineros y agricultores criollos . El contrabando se generalizó y España quedaba  económicamente en muy malas condiciones dependiendo  prácticamente de América.

En 1740 los ingleses ni cortos ni perezosos realizaron operaciones tendientes a controlar la América del Sur, cortando las líneas marítimas de comunicación entre España y las Colonias. Para ello enviaron una Escuadra Naval a órdenes del Comodoro George Anson  al Pacífico donde operó muy eficientemente y otra con el Almirante Edward Vernon, al Caribe.

 Al tenerse conocimiento de los preparativos que desde Jamaica, realizaba Vernon, donde había reunido  la mayor fuerza inglesa de la época, 50 buques de guerra y 130 auxiliares se conformó una fuerza Naval franco-española   a órdenes de Don Rodrigo de Torres y de el marqués D`Antin, con la misión de combatir a los ingleses. Estas fuerzas se reunirían en Cartagena pero al poco tiempo, al creerse que el ataque sería contra La Habana, el componente español  fue enviado a ese lugar y los franceses debieron  regresar a Europa.

 Vernon no atacó La Habana. Dividió sus fuerzas en dos componentes para atacar  a La Guaira y a Portobelo, reuniéndolos posteriormente,  para iniciar el 13 de marzo de 1741 la operación principal, el Sitio de Cartagena, donde a la postre, se cubriría  de gloria Don Blas de Lezo, experimentado marino que contaba en puerto para su defensa con tan solo seis navíos pero que gracias a su talento y valentía, logró un triunfo sin precedentes para la Corona de España. Sus relaciones con las autoridades de tierra, no fueron buenas. Al recibir orden del Virrey de la Nueva Granada Don  Sebastián de Eslava quien  había sido designado por la corona para dirigir personalmente la defensa de la ciudad, de obstruir el canal interior de la bahía y así dificultar el desembarco inglés, hundiendo los dos últimos buques de guerra que aún quedaban, operación inútil  pues los ingleses fácilmente removieron el naufragio, Don Blas, consignó en su diario según relata el Señor capitán de Navío Enrique Román Basurto (Historia de las Fuerzas Militares-Armada), lo siguiente: “Con lo cual ya D. Sebastián de Eslava ha conseguido la ruina de todos los navíos, tirando a la Marina de que se ha declarado enemigo capital y de los más opuestos a ella”.

 El 20 de junio, es decir, después de tres meses y siete días se repliega la flota inglesa habiendo perdido varios buques y sufrido cerca de 7.000 bajas. Cartagena y sus defensores se cubrieron de gloria haciéndose merecedores para siempre de nuestra admiración y respeto pero mostrándonos nuevamente errores de apreciación y conducción en temas navales.

El 21 de octubre de 1805 en memorable batalla, el Almirante Nelson derrota en Trafalgar a la escuadra combinada de Francia y España, al mando del Almirante francés Villenueve y del español Gravina, ratificando con esta acción no solo el predominio inglés en los mares, sino también, la marcada decadencia marítima española. En esta batalla participó como tripulante de un buque español, José Padilla, quien fue capturado y purgó tres años en prisión inglesa.

El 17 de septiembre de 1810 la Junta Suprema de Cartagena, crea la Comandancia General de Marina y designa para el cargo al Capitán de Navío Juan Nepomuceno Eslava, hijo del anterior defensor de la ciudad, el Virrey Sebastián de Eslava.

Tras la  proclamación de Cartagena como Estado Independiente el 11 de noviembre de 1811, la ciudad conformó su propio gobierno y en la Convención de enero de 1812 arbitró recursos para su defensa y para seguir la guerra contra Santa Marta, baluarte realista, con quien  disputaba el control del bajo Magdalena.

 El 21 de marzo de 1812 el recién nombrado Virrey de Santa Fe don Benito Pérez  instaló la Real Audiencia en Panamá y desde allí exhortó a las Provincias para su adhesión a la corona. Esto y el recibo en Santa Marta de tres navíos de guerra y un batallón enviados desde La Habana, alarmó a Cartagena, donde nombraron a  Manuel Rodríguez Torices para conducir la guerra y quien para financiarla, entre otras medidas,  estimuló la llegada de extranjeros adjudicándoles baldíos y  concediendo patentes de corso.

 Los realistas destruyeron varias embarcaciones en el Magdalena  y estimularon la revuelta de Mompós ciudad que adhirió a Santa Fe, acción repelida militarmente por Cartagena, produciéndose la primera de nuestras guerras civiles, en cuyo desenlace ocurrió la acción de Cispatá a la desembocadura del río Sinú, siendo esta también la primea acción naval de los patriotas, bajo el mando de Miguel Carabaño, oficial venezolano al servicio de Cartagena y en la cual participaron el bergantín Independiente, tres goletas y dos lanchas, con una tripulación de 150 hombres. Así pues, la primera acción naval de las fuerzas patriotas, aún cuando exitosa, tuvo como escenario una guerra civil.

La incipiente Armada durante la “Patria Boba” (1810 - 1815), se organizó en base a la compra y adaptación de armamento en naves, en su mayoría goletas,  mediante recursos obtenidos de la expedición y rendimientos de las patentes de corso, que con bandera de Cartagena, se concedían a propietarios de embarcaciones,  previo algunas condiciones como la demostración de la propiedad y la incorporación de nacionales como parte de la tripulación. Entre ellos encontramos  a Luis Brion de Curazao, Renato Beluche francés y  Nicolás Joly mexicano.

Es interesante anotar que como reacción a las operaciones de corso contra buques españoles, el Virrey Benito Pérez, también expidió por su parte patentes de corso para combatir a Cartagena.

La incipiente Armada de Cartagena a finales de 1812 y principios de 1813 se mantuvo activa interceptando buques mercantes españoles. En mayo trató infructuosamente de tomar a Santa Marta, operación que  reintentó  también sin éxito en agosto. En enero de 1814, atacó también sin éxito a Portobelo. Es decir, en esta época la fuerza naval,  por limitaciones en las características y capacidades de sus buques, tuvo éxito en las operaciones de corso pero fracasó en los ataques contra los puertos.

Entre tanto y dado el permanente acoso de las fuerzas de Cartagena, el Comandante de Santa Marta, general español Francisco Montalvo, como carecía de buques, utilizando carpinteros de ribera experimentados en  construcción de canoas y botes de pesca, logró en tres meses la construcción en Ciénaga de ocho goletas, las que armó con el material que tenía disponible en Santa Marta. Con estas unidades, Montalvo sorprendió los buques patriotas que bloqueaban el Magdalena, propinándoles un duro golpe.

De esta acción, se deduce que nuestros artesanos, aún empíricamente, tenían la capacidad y conocían el arte de la construcción de embarcaciones, mejorada con la orientación de carpinteros y marinos españoles y que también se contaba con maderas y elementos apropiados para desarrollar una industria. Entonces, cabe preguntarse, ¿Por qué los españoles con una posición tan importante como Cartagena, durante tantos años no se preocuparon por desarrollar un astillero?

España liberada de la amenaza de  Napoleón  y ante el peligro de perder definitivamente sus colonias, envió la mayor expedición punitiva de su historia. El 17 de febrero de 1815 zarpó de Cádiz al mando del General Pablo Morillo con destino a Santa Marta en 59 buques con cerca de 10.600 combatientes, con la misión de imponer el orden en la Capitanía General de Caracas, tomarse a la sublevada Cartagena y pacificar el Nuevo Reino de Granada. Además, se enviaron a Panamá otras 2 expediciones con 2.500 hombres al mando del mariscal de campo Alejandro Horé, quien fuera posteriormente capturado junto con su familia en la Fragata “Neptuno”, por la cañonera cartagenera “Concepción” y el pailebote “Ejecutivo”, este último al mando de José Padilla, en acción naval desarrollada frente a Tolú.

El 22 de agosto de 1815 Morillo sitió a Cartagena por tierra y mar, cortándole completamente los abastecimientos y bombardeándola constantemente en una operación tan cruel que le mereció a la Ciudad su título de “Heroica”, en donde murieron cerca de 7.300 personas.  La Fuerza Naval Patriota, presente en Cartagena estaba comandada casi en su totalidad por capitanes con licencia de corso, más motivados a las utilidades provenientes del saqueo de mercantes que a combatir naves de guerra. Por tanto las operaciones que  realizaron estas unidades fueron muy limitadas y tendieron a evitar que la Fuerza Naval Española entrara a la bahía. Sin embargo, se destaca la actuación de Luis Brion quien con la Corbeta “Dardo”, logró burlar el bloqueo y entregar a Cartagena 12.000 fusiles provenientes de Inglaterra y repetir esta acción, al salir de Cartagena rumbo  Haití.

Ante la desesperada situación que se vivía a causa de la hambruna y de los destrozos del bombardeo, con crisis en el mando por haber sido relevado el Coronel Manuel Castillo y Rada por el General venezolano José Francisco Bermúdez, el 5 de diciembre se tomó la decisión de evacuar la ciudad. Quienes lo intentaron por tierra fracasaron  y más de 1.500, encontraron la muerte. La evacuación por mar, estuvo a cargo del Corsario Aury con trece unidades a flote en donde embarcaron más de 2.000 personas. Zarparon  de noche, logrando burlar el bloqueo español. Desafortunadamente un temporal, separó las embarcaciones que tomaron diferentes rumbos, algunas pocas con suerte pues la mayoría terminaron encalladas, capturadas o saqueadas y ultrajadas por la misma tripulación, como sucedió en el caso del corsario norteamericano William Mitchel, quien después de abusar y robar a los evacuados, los abandonó en Providencia. Se cree que cerca de la mitad de los evacuados por mar, encontraron la muerte.

La Goleta “Presidente” al mando del Alférez de Fragata José Padilla logró llegar a salvo a Haití, para reunirse con el Libertador, quien  a bordo de la goleta “La Popa” que le hubiere suministrado Luis Brion para realizar  su intento fallido de arribar a Cartagena, había recalado  en Los Cayos, con el objeto de entrevistarse y obtener ayuda  adicional del presidente Petión quien se encontraba en Puerto Príncipe. El 7 de febrero de 1816, se reunieron en Asamblea cerca de 100 personas  exiliadas y en difícil y conflictiva  votación, Bolívar obtuvo el cargo de comandante único de la expedición, condición exigida tanto por Petión como por Brion, quien en vehemente intervención, dejó en claro que de no ser así, no suministraría  sus goletas ni el armamento que originalmente tenía reunido y destinado para vender a Cartagena.

A órdenes de Bolívar el 23 de marzo de 1816 zarpa la expedición en seis goletas y una balandra y renace  nuevamente la esperanza de lo que podría llegar a ser la Marina de Guerra Patriota.  Se libera  la Isla de Margarita con el apoyo de los guerrilleros de Arismendi, dejando de lado la fortaleza de Santa Rosa para continuar a la costa venezolana. Viene el ataque, el desembarco y la toma de Carúpano, pero también el desengaño de no ser acogidos por la población, pese al decreto de liberación de esclavos.  Mariño y Piar no acatan las órdenes del Libertador y ante el peligro del contraataque español, este se ve obligado a hacerse a la mar rumbo a Ocumare, donde espera poder proyectarse a los valles de Aragua y a la laguna de Valencia, misión que le encarga a Soublette. También planea reclutar el ejército que lo lleve a Caracas, como lo había hecho en 1813. Desafortunadamente, tampoco logra el apoyo de la población y la mayoría de los  capitanes de sus barcos, cansados por la inactividad, no están dispuestos a permanecer en puerto, ya que su espíritu y experiencia está en el contrabando y en el corso. Sin autorización del mando, desembarcan las armas del ejército de tierra, se aprovisionan de víveres y se hacen a la vela, dejando al Libertador sin movilidad marítima. Fracasa Soublette en la expedición  y ante el pánico generado por el rumor de la entrada del general español Morales a las calles del puerto, se produce una desbandada general y Bolívar junto con el parque, es abandonado por sus hombres y dejado en una playa. Posteriormente, solitario es rescatado en un bote a remos enviado por Videau, uno de sus capitanes.

Es claro, los antagonismos y las disputas personales marcan desde su nacimiento el destino de nuestra Patria. El mar, igualmente se muestra como un imperativo para alcanzar nuestro sueño de libertad, pero también es evidente  nuestra penuria y al no contar con los recursos ni con la experiencia necesaria, se recurre a  medios que no representen erogación ni mayor esfuerzo y por el contrario, ayuden a financiar las campañas, es decir, a los corsarios y a su guerra.

 Fracasado un intento de reconciliarse con Mariño y ultrajado por Bermúdez, Bolívar regresa a Haití, donde nuevamente es auxiliado en forma muy generosa por  Petión. El 4 de Septiembre con nuevas unidades navales e importantes recursos bélicos, Bolívar nuevamente se hace a la mar con rumbo al continente, para desembarcar esta vez, cerca de Barcelona.

Desde el punto de vista naval, reincorporadas algunas de las unidades anteriores, con las recién llegadas, se activa la marina, se desarrolla la campaña del Orinoco y la campaña del Atlántico con operaciones  sobre las  costas de Venezuela y Colombia.

 El 28 de noviembre de 1821  ocurre la independencia de las provincias de Panamá y Veraguas y su anexión voluntaria a Colombia, con la participación de nuestra Marina de Guerra, encargada de transportar los auxilios y la tropa que el General Montilla, enviara a solicitud de su gobernante, el Coronel José Fábrega. Prosigue la toma de Riohacha, Sabanilla, Santa Marta y el dominio del bajo Magdalena.

El General Santander, tenía claro la importancia de una Marina de Guerra, pues veía que en esta, se basaba el poderío Inglés.  Colombia con costa en dos mares, debería también tener un gran futuro ligado a su Armada y consideraba de la mayor importancia, tanto el obtener el dominio del mar batiendo definitivamente la Escuadra Española en el Caribe, como también, el no  olvidar organizar una Fuerza Naval en el Pacífico.

 Se funda la Escuela Náutica el 28 de junio de 1822 y  con parte del cuestionado empréstito en especie, que Francisco Antonio Zea obtuviera en marzo de 1822 en París, en su condición  de Agente Diplomático en Europa según nombramiento que le hiciera el Libertador en Angostura en diciembre de 1819, se planea   dotar a la Armada de importantes unidades de guerra, operación que  resultó un fiasco, al ser  un incumplido norteamericano el designado para suministrarlas.

Ante estas circunstancias es importante resaltar  el esfuerzo de Padilla en Cartagena para alistar con recursos muy escasos la escuadra requerida  para la operación contra la escuadra española. Recurrió a nuestros carpinteros de ribera  para  la adaptación de las unidades que tomarían parte en la operación, procedió al reclutamiento de marinería, en su mayoría de la región, la que actuaría a órdenes de capitanes muchos de ellos extranjeros. Es en esta época cuando se acrecienta la enemistad de Padilla con el General Mariano Montilla que tanto daño le hiciera posteriormente y quien por todos los medios trató que el mando de la expedición lo tuviera el Capitán de Navío Renato Beluche, lo que evitó directamente el Vicepresidente, General Santander.

Las operaciones se iniciaron  el 10 de mayo  y  culminaron el 24 de julio de 1823 en la Batalla Naval de Maracaibo, máximo acontecimiento de nuestra Historia Naval en donde José Padilla dio muestras de su gran personalidad y mando, cuando solo horas antes del combate definitivo, no tuvo inconveniente en relevar del cargo y arrestar  a varios de sus capitanes, por mostrarse durante las operaciones anteriores renuentes a arriesgar sus barcos, tal como sucediera con los capitanes de corso años antes durante el sitio de Morillo a Cartagena. En Maracaibo, Padilla demostró  valor, audacia,  dotes de estratega y sobre todo su capacidad de hombre experimentado en el combate en el mar, al derrotar en sangrienta batalla a la Escuadra Española muy superior en medios, comandada por el Almirante Ángel Laborde, quien logró escapar y regresar a la Habana luego de haber sufrido la pérdida de 12 buques, 800 bajas  y  438 prisioneros.

Maracaibo trajo como consecuencia, que España perdiera el dominio del mar en el Caribe Sur, quedando cortadas sus líneas de comunicación marítima y con ello  su capacidad para reforzar, aprovisionar y apoyar las tropas que aún mantenía en estas tierras. Como consecuencia inmediata, Páez logró en noviembre la capitulación de Puerto Cabello y con esto desapareció el último reducto español en nuestra patria. España debió desistir  de cualquier intento mediato para invadir nuevamente nuestras costas y reconquistar sus colonias. Libre de este peligro, Santander pudo reunir y enviar las tropas que tanto esperaba  El Libertador, para continuar su campaña al sur en Ecuador y Perú.

La Batalla Naval de Maracaibo, es mi parecer, no ha sido suficientemente estudiada y apreciada no solo por la magnitud de la contienda y sus características tácticas sino en especial por su repercusión  estratégica. Nuestros compatriotas, pese al continuo esfuerzo de la Armada Nacional por darla a conocer,  ignoran que sin ella, otro muy diferente hubiera sido el curso de la independencia, no solo de Colombia sino de los  Países Bolivarianos. Son muy pocos los que conocen el tema y la mayoría tan solo la percibe  simplemente como uno de los tantos combates ocurridos en la guerra de independencia,  sin imaginar cual fue verdaderamente  su valor y  su trascendencia. Esta es quizás también una consecuencia de nuestra mentalidad, esquiva al mar.

A raíz del entusiasmo que causó la batalla de Maracaibo, se produjeron algunos casos anecdóticos, como el ataque de buques de corso con bandera colombiana cerca de La Habana, Cádiz y Gibraltar.

 Juan B Elbers ciudadano inglés quien  entusiasmado con las ventajas del buque a vapor desarrollado por Robert Fulton en 1807, llega a Barranquilla en 1820 con la idea de establecer la navegación por el Río Magdalena y sus afluentes. En 1823 el Congreso le concede por un término de 20 años el privilegio exclusivo de explotar esta vía de comunicación y es así como seis meses más tarde se inaugura el primer vapor, el “Felicidad” viajando hasta un sitio en las cercanías de Honda. Desafortunadamente, el barco no resultó apropiado para las características de este río. Posteriormente entraron en servicio el “General Santander”, el “Gran Bolívar” y el “El Libertador”.  

En diciembre de 1824 se gradúan los 8 únicos guardiamarinas que produjo  la Escuela Náutica.

En agosto de 1825, se firmó un acuerdo para  apoyar navalmente  a  México en el Bloqueo de San Juan de Ulúa, operación que no se realizó por el prolongado retardo en el alistamiento de la Escuadra, lo que originó una airada reclamación mexicana.

En octubre de 1825, para aliviar los gastos, el Libertador le expone a Santander quien desechó la idea, la posibilidad que la marina de Guerra Colombiana apoyara a la Argentina, quien así lo había pedido, en una probable Guerra contra Brasil. También se pensó en bloquear La Habana, donde los españoles reunieron nuevamente al mando del Almirante Laborde  una poderosa escuadra que tuvo la mala suerte de ser sorprendida en el mar por un huracán de los que usualmente ocurren en el mes de septiembre, siendo destruida.

El 3 de marzo de 1826 se crea el Ministerio de Marina, designando a Lino Clemente como ministro.

Se produce en Venezuela el Motín de Páez que obliga a Bolívar a su regreso, llegando transitoriamente a Bogotá el 14 de noviembre de 1826 para reasumir la Jefatura del Estado, dicta algunas medidas urgentes e importantes y parte el 25 del mismo mes, vía Cúcuta, para Venezuela a reunirse personalmente con aquel.

En medio de tanta actividad y agite político entre los partidarios y opositores a la implantación de una nueva constitución similar a la de Bolivia y en pleno viaje, el  Libertador tiene tiempo para expedir un  decreto el 7 de diciembre de 1826, en el que considerando eliminado el  peligro de un ataque naval desde La Habana, que no existían compromisos internacionales que requirieran el uso de la Marina de Guerra y que por tanto, ya no se justificaban los enormes gastos que esta demandaba , se suprimía el Ministerio de Marina y se regresaba nuevamente la Escuadra, al de Guerra, con un recorte  presupuestal de tal magnitud que no solo diminuía drásticamente el número de unidades sino que dejaba sin sueldo a las tripulaciones.  Padilla inmediatamente en forma enérgica y razonada protestó ante Bolívar, quien parcialmente aceptó revocar lo ordenado. Desgraciadamente desde ese momento la Marina quedó muy debilitada y prácticamente su destino ligado directamente al declinar de su Comandante, quien en un acto injusto y vergonzoso de nuestra Historia, encontrara en el patíbulo su  muerte el 2 de octubre de 1828, al ser injustamente acusado de su participación en la conspiración septembrina de la noche del 25. La Gran Colombia, se encontraba envuelta en irreconciliables rencillas políticas, con un ejército deliberante, fracasada la Convención de Ocaña, en guerra con el Perú, aconteciendo que  el 31 de agosto, la  corbeta de esta nacionalidad “Libertad”, al mando del Capitán de Fragata Carlos García del Portal con apoyo de varios bergantines, derrotó en la batalla naval de Malpelo a los buques  “Guayaquileña” y “Pichincha” al mando del Capitán inglés al servicio de la Gran Colombia, Tomas C. Wright, preámbulo al sitio de Guayaquil. Esta era la antesala de muerte, de nuestro máximo héroe naval. Qué marco tan lamentable, doloroso y triste.

En 1827, Bolívar establece la libre navegación por el Magdalena y suprime los privilegios de Elbers.

 La marina muy mal administrada como sucedió con casi toda la cosa pública de entonces y como consecuencia de las luchas  políticas y de las guerras civiles, prácticamente desapareció pese a que su gran impulsador el General Santander asumiera por nombramiento de la Convención Granadina la Presidencia de la República el 7 de octubre de 1832 y fuera elegido por elección popular al año siguiente. El General Santander, alcanzó a promulgar algunas disposiciones reviviendo y organizando la marina con  componentes en los dos océanos, pero estas quedaron tan solo plasmadas en el papel sin materializarse, quizás en parte debido al lamentable estado en que se encontraban las finanzas del estado y en parte a la difícil situación política que el gobierno debió enfrentar, en donde el mar no contaba. La Marina de Guerra Colombiana, era un decir.

A finales de 1841, en medio de la denominada guerra civil de los “Supremos”, consolidado el sur y reintegrada voluntariamente a la unión Panamá, El general y tercer presidente de la República de la Nueva Granada, Pedro Alcántara Herrán, reorganiza el ejército y dirige  operaciones sobre la costa norte en donde  los rebeldes intentaban infructuosamente, dado el apoyo de los ingleses, bloquear a Cartagena. Se produce un combate naval a la altura de Cispatá, en donde el Capitán de Navío Rafael Tono apoyado por el vapor armado inglés “Chariblis” derrota a la Flotilla rebelde al mando del Teniente de Fragata José Antonio Padilla, hermano del héroe de Maracaibo, quien pierde una goleta y rinde cinco unidades. Triunfo pírrico pues las prolongadas celebraciones etílicas de los constitucionalistas en Cartagena, permitieron posteriormente a los rebeldes  en la noche del 20 de Diciembre, atacar y tomar parte de las murallas, poniendo en grave peligro a la ciudad.

En 1850 la hélice remplaza a la paleta en los sistemas de propulsión marítimos.

n 1866, se produce un ataque naval de España contra Valparaíso y El Callao. El Congreso Nacional, se abstiene de aprobar una resolución de respaldo a los agredidos, en consideración al peligro latente que representaba la escuadra naval española basada en La Habana, a la que no teníamos como enfrentar, en el supuesto que España  decidiera también atacarnos. Así las cosas, en marzo de 1867, encontrándose en agrio enfrentamiento  el Congreso con el General Mosquera quien por cuarta vez dirigía los destinos de la Nación, apareció en un periódico de Nueva York, una noticia que daba cuenta  de la compra con destino al Perú, del vapor “Rayo”, hecha por el General Eustorgio Salgar, Embajador de Colombia en Washington, compra  que ese país no podía hacer directamente pues Estados Unidos era mediador en el conflicto. La actuación del Gobierno resultaba a todas luces desacertada e inconveniente y el choque entre los dos poderes hizo crisis. El Congreso expidió una Ley desactivando lo que pudiera quedar de Marina y el Presidente aplicando el Artículo 91 de la Constitución, por decreto, declaró Estado de Guerra y cerró las sesiones del Congreso, ordenó la detención de varios de sus principales opositores, incrementó el pié de Fuerza y desconoció la Ley que suprimía la Marina y por el contrario, le incorporó el  “Rayo”. El 22 de mayo se produce el apresamiento y derrocamiento del General Mosquera y asume la Jefatura del Estado el segundo designado, General Santos Acosta quien cumple la ley emitida por el Congreso terminando con la Marina. Como aspecto interesante, es de anotar que el General Mosquera durante su último gobierno, mostró interés por adquirir un sumergible cuyos planos fueron recientemente localizados en un trabajo investigativo hecho por el Sr. Vicealmirante Carlos Enrique Ospina Cubillos

Por el año de 1875, Rafael Reyes funda la Compañía “Reyes & CIA” destinada a la navegación y a la explotación maderera sobre la región amazónica. Adquiere en Belén do Pará el vapor “Tundama” y posteriormente otros dos, el “Alphili” y el  “Julio Rocque”, iniciándose con ello el ejercicio de la  soberanía colombiana en el área.

El 8 de abril de 1880, se posesiona como Presidente por elección popular el Doctor Rafael Núñez quien desde el punto de vista legal, activa la Marina y reanuda la navegación por el Canal del Dique. Las guerras civiles son la constante y los gobiernos de turno compran o alquilan improvisadamente uno o dos buques para mover tropas  según las necesidades del conflicto, para luego venderlos cuando no hay dinero, lo que también es una constante, pero es claro, marina de guerra profesional, no existe.

En 1890, Nicaragua se apodera de las islas Mangles, desconociendo la soberanía colombiana.

En 1895, el Congreso de los Estados Unidos tiene conocimiento de la inminente quiebra de la compañía francesa a cargo de la construcción del Canal de Panamá y advierte de las intenciones de este País, de acometer unilateralmente la obra, a pesar  que el tratado Clayton-Bolwer con Inglaterra, lo impedía.

Naufraga el buque sueco “Hear Sage” en el área de los Cayos de San Andrés y  los Estados Unidos sugieren al gobierno colombiano la construcción de un faro, lo que de paso sirve accidentalmente para reconocer nuestra soberanía, que anteriormente había sido desconocida  a raíz del permiso que ese gobierno  hubiera concedido en 1869 a uno de sus ciudadanos, de apellido Jennet, para la extracción de güano.

En resumen, el Estado Colombiano agobiado por las guerras internas, no tenía capacidad alguna para atender el frente externo y menos, los asuntos marítimos.

El 18 de octubre de 1899 siendo presidente Manuel Antonio Sanclemente, estalla la guerra de los mil días. En el año anterior durante el tiempo que el Vicepresidente José Manuel Marroquín, ejerció el gobierno, ante la precaria situación económica, se vendieron las principales unidades marítimas, los cruceros Córdoba y General Nariño. El gobierno contaba en el Magdalena con los buques Hércules, Colombia y algunos  vapores de menor importancia. En el Atlántico con el “Próspero Pinzón”, “Cartagena” y el transporte “Alexandro Bixo”. En el Pacífico con el “Boyacá”, el “Chucuito”y el “Captet”. En resumen unos pocos  buques mal mantenidos de características y propósitos muy diferentes, a los cuales dotaban como podían con algún armamento terrestre, por tanto de muy dudosa efectividad y sobretodo, tripulados de cualquier manera. Al estallar la guerra, el Gobernador de Panamá General Campo Serrano ante la escasez de medios y ante el peligro inminente del ataque por la invasión que desde Costa Rica preparaban Belisario Porras y su segundo Emiliano Herrera, parte para Cartagena, en busca de auxilios. Transportados por mar, el 25 de julio de 1900, logra desembarcar  1200 hombres que constituirían el refuerzo principal  a las fuerzas de defensa del gobierno para enfrentar la sedición. Los revolucionarios no contaban inicialmente con unidades a flote, pero durante la contienda lograron capturar algunas unidades del gobierno en el río Magdalena y contando con el apoyo de los gobernantes de Países vecinos, el  Presidente ecuatoriano Eloy Alfaro, el de Venezuela General Cipriano Castro y el dictador de Nicaragua José Santos Zelaya, estuvieron en condiciones también de manera improvisada de transportar y desarrollar operaciones navales, siendo la principal, la realizada por el general Benjamín Herrera, quien logró adquirir el vapor salvadoreño “Iris”, bautizándolo “Almirante Padilla” , con este y con el capturado “General Albán”,  rebautizado “Cauca”, dar  remolque a 8 veleros y transportar al Istmo un ejército de 1.100 hombres,  desembarcando en Tonosí el 24 de diciembre de 1901, para iniciar al día siguiente el primer ataque.

Entretanto, el muy hábil general del gobierno, Carlos Albán, motivado por el fracaso en la adquisición por parte del gobierno del buque chileno “Presidente Pinto”, confiscó el vapor de esa nacionalidad “Lautaro” surto en el puerto de Ciudad de Panamá y lo armó preparándolo para sorprender al “Padilla”, pero las cosas se sucedieron al contrario, pues en la madrugada del 20 de enero de 1901, el “Padilla” entra a puerto, sigilosamente se aproxima al “Lautaro”que estaba al ancla y lo cañonea a muy corta distancia, produciéndose la muerte del General Albán y la pérdida del buque. El “Padilla” logra escapar.

A continuación, escudados en el tratado Mallarino-Bidlack,  para garantizar que no se interrumpa el libre transito de uno a otro mar, tropas de la infantería de marina norteamericana, desembarcan y toman el control del ferrocarril.

En junio de 1902, el General Manuel Salazar se vio obligado a destacar al crucero “Próspero Pinzón” al área de Blue Field ante la repetitiva presencia de los vapores nicaragüenses “San Jacinto” y “La Rosita”, en aguas del Atlántico, en apoyo a las fuerzas liberales.

El 30 de julio de 1902 en la bocana del Mensabé, las unidades del gobierno, el “Chucuito”, el “Boyacá”, y la gasolinera “Campo Serrano” tienen un encuentro con el “Padilla” que termina con la captura de las dos últimas. Ante esta situación el gobierno se ve obligado a comprar en los Estados Unidos el crucero “Bogotá” que arribaría a Panamá el 26 de octubre. Dos meses antes, el 27 de agosto, el General Herrera ya con 9.000 hombres, debió suspender el ataque a Ciudad de Panamá, ante la imposición que le hiciera el Comandante del USS. “Cincinnati”, surto en puerto. 

El 24 de octubre se firma el tratado de Paz en la hacienda Nerlandia entre el General Juan B. Tovar y el General Rafael Uribe Uribe. Por esos días arriba a Panamá el acorazado USS. “Wisconsin” y el Vicealmirante Siles Casey, ofrece su unidad al General Benjamín Herrera, para que en ella discuta y firme la paz con el gobierno, lo que se sucede el 21 de noviembre, con su contraparte, el General Nicolás Perdomo. Ese mismo día el General Ramón González Valencia, también firma con jefes liberales la paz en Chinacota. El 1º. De junio de 1903, el Presidente Marroquín declaraba restablecido el orden público en todo el país finalizando una guerra absurda en donde perdieron la vida más de cien mil combatientes, dejando al país arruinado y destruido. La intervención extranjera en nuestros asuntos estaba claramente a la vista del más ingenuo, siendo evidente, el desconocimiento y la improvisación en todos los aspectos relacionados con el mar. El “Padilla” y los demás buques que terminaron en manos de los liberales, pasarían al gobierno, que no tendría cómo mantenerlos. Nuestra comunicación marítima donde internacionalmente se iniciaba la utilización del motor Diesel,  era tan precaria, que la ruta de pasajeros Cartagena Colón Cartagena, tenía que hacerse   vía los Estados Unidos. Estábamos claramente en la antesala de perder definitivamente a Panamá, hecho que se consumó el 3 de noviembre de 1903.

Con la ausencia de los liberales en las urnas, fue elegido Presidente el 7 de agosto de 1904 el general Rafael Reyes para un periodo de seis años. Una de sus primeras reformas entre las muchas que emprendió y quizás la de mas trascendencia en la vida futura del País, fue la militar. “El Ejército como Fuerza Nacional, marginada del sector político y garante del Orden Constitucional”. Para desarrollar esta idea envió a Chile a su antiguo contendor en la Guerra Civil de 1895, el general Uribe Uribe quien negoció con el gobierno de ese País la traída de una misión militar. El decreto 793, crea la Escuela Naval Nacional y el 6 de julio de 1907, el Teniente 1º. Alberto Asmussen sería el encargado de fundarla y organizarla, la cual  funcionó en Barranquilla a bordo del “Marroquín” para ser posteriormente trasladada al “Prospero Pinzón” y finalmente a las instalaciones de la Universidad de Cartagena.

 El General Reyes, reformó la constitución, eliminó la Vicepresidencia y alargó su período presidencial a 10 años lo que no pudo cumplir por la fuerte oposición política de sus enemigos que consideraron que se había convertido prácticamente en un dictador. El General Reyes el 7 de junio de 1909 desde Gamarra ante la negativa del General Ramón González Valencia con quien se reunió en ese puerto y quien había sido elegido junto con él en 1904 como Vicepresidente, encargó temporalmente del Ejecutivo al Ministro de Guerra General Jorge Holguín y continuó su viaje a Santa Marta, renunciando definitivamente el 13 de junio para salir del País. El 3 de agosto, el Congreso restituyó en la Presidencia al General González Valencia por el periodo que faltaba para el sexsenio de la elección original. Como consecuencia de la grave situación económica y del déficit fiscal existente, el nuevo gobierno recortó el gasto militar y licenció diez mil hombres. La Escuela Naval por decreto 659, fue cerrada el 28 de diciembre de 1909, habiéndose graduado posteriormente tan solo 8 Guardiamarinas el 13 de febrero de 1910, quienes no tuvieron destinación pues la Marina nuevamente quedaba en nada.

En 1911 el Coronel Peruano Oscar Benavides, se toma la Pedrera. Tras reclamación diplomática, el gobierno Peruano ordena el desalojo de sus tropas y se recupera el lugar.

En 1912  la Ley 52, crea la Intendencia de San Andrés y Providencia.

En marzo de 1922 se firma el tratado Lozano-Salomón determinando los límites con el Perú y a pesar de la intensa oposición de los representantes de la Casa Arana, el 29 de mayo,  la  Secretaría de la Sociedad de Naciones en Ginebra,  registra el tratado.

Durante el gobierno de Pedro Nel Ospina 1922/26, se adquieren en Francia los cañoneros de mar “Junín”, “Pichincha” y “Carabobo” destinándolos al Ministerio de Hacienda para represión del contrabando. Igualmente  el cañonero de río “Mosquera” es adquirido y destinado al  Magdalena.

En 1927 Durante el gobierno de Miguel Abadía Méndez se adquieren  los cañoneros de río “Cartagena”, “Santa Marta” y “Barranquilla” destinándolos a la Sección de Flotillas y Aviación del Ministerio de Guerra para el control del Magdalena, afectado seriamente por alteraciones del orden público por huelgas en La Tropical Oil Company en Barrancabermeja y en Infantas y posteriormente en 1928, por las acciones de los trabajadores de la en la Zona Bananera. Igualmente se iniciaron las obras para la construcción de tajamares en Bocas de Ceniza y la adaptación de Barranquilla como puerto marítimo y el mejoramiento del canal de entrada en Bocachica para mejoramiento del puerto de Cartagena. Se registra el tratado  de libre navegación en los ríos Amazonas, Caquetá y Putumayo.

En 1928, se firma el tratado Esguerra- Bárcenas mediante el cual Nicaragua reconoce la soberanía territorial colombiana sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia en toda su extensión y fija el meridiano 82 como límite marítimo entre las dos naciones y  Colombia cede la soberanía sobre las islas  Mangles.

El Decreto 346 del 27 de febrero de 1930, reglamentario del Ministerio de Guerra, en el artículo 53, crea la sección de la Flotilla Fluvial. El Decreto 1131 de Junio 30 del mismo año organiza la Flotilla Fluvial de Guerra del Río Magdalena y el Decreto 1054 de junio 18 del 31 organiza la Flotilla Fluvial de Guerra de los Ríos Amazonas y Putumayo.

Como consecuencia del tratado Lozano-Salomón, en 1930 el Perú  hace entrega de Leticia, para la época pequeño caserío de unas 30 casas, pero de inmenso valor estratégico por su localización. Es nombrado El Coronel Amadeo Rodríguez como Jefe Civil y Militar de la Región del Amazonas. En agosto  el General Sánchez Cerro derroca en el Perú, al Presidente Augusto Leguía. Como medida preventiva, el gobierno colombiano dispone destacar al Putumayo los cañoneros “Santa Marta” y “Cartagena” tripulándolos  con oficiales y suboficiales del Ejército pertenecientes al arma de Artillería. Como Comandante de la flotilla es designado el Mayor José Dolores Solano y como Comandantes de las unidades el Teniente Hernando Mora Angueira y el subteniente Alberto Baquero respectivamente. Los cañoneros se encuentran en pésimo estado de mantenimiento y deben ser reparados y adaptados para la travesía marítima en la Unión Industrial de Barranquilla, trabajo que es realizado bajo la dirección del ingeniero alemán Reynaldo Pashket. Las unidades zarpan de Barranquilla el 29 de noviembre y arriban al Encanto el 13 de enero de 1931. El 15 de julio de1932  el Coronel Genaro Rico remplaza al General Amadeo Rodríguez

Como se ha podido establecer, el 1º de septiembre de 1932 a las cinco de la mañana un grupo de 48 personas, soldados de la guarnición de Chimbote y trabajadores de la hacienda “La Victoria” vestidos de civil y dirigidos por el Ingeniero Oscar Ordóñez y el Alférez del Ejercito peruano Juan de la Rosa, se tomaron  la recientemente desguarnecida población de Leticia, iniciándose así el denominado conflicto con el Perú.

No es el propósito de este trabajo describir el desarrollo de las acciones políticas y militares que se sucedieron, pero sí analizar desde el punto de vista naval los aspectos preponderantes a que se vio enfrentada nuestra nación en esos difíciles momentos. Debemos resaltar que la lejanía del teatro de operaciones, la dificultad del transporte terrestre y la carencia de transporte fluvial en el área, hacía mandatorio contar con una línea marítima de comunicaciones abierta y segura para transportar las fuerzas de combate, su equipamiento y su apoyo logístico, obtener el dominio  sobre los ríos Amazonas y Putumayo y prevenir operaciones navales sobre las costa del Pacífico; con el agravante que Colombia no tenía marina en absoluto, mientras el Perú, contaba con una Armada relativamente fuerte con base en El Callao y con un organizado dispositivo militar con apoyo naval sobre la región amazónica. No debemos olvidar que el gobierno colombiano por intermedio del Ministro de Guerra Dr. Carlos Arango Vélez, consideró tan alta la probabilidad de un ataque  sobre  Leticia y tan débil nuestra capacidad para repelerlo, que determinó retirar nuestra guarnición militar con la esperanza de que si el ataque se producía, diplomáticamente, nos sería mas fácil recuperarla sin  acción militar previa, supuesto que resultó errado, pues nuestro gobierno no consideró el tremendo y creciente apoyo que la toma tuvo inicialmente por parte de  políticos y habitantes de Loreto y el efecto de bola de nieve que se extendió por todo el Perú.

Nuestra población también reaccionó y volcó su apoyo al  gobierno del presidente Olaya Herrera, quien de inmediato dio ordenes a sus representantes en Inglaterra, Francia, España y Estados Unidos para gestionar de emergencia la adquisición de buques y armamento requeridos para enfrentar el conflicto y contratar las tripulaciones, aspecto que no era tan difícil puesto que terminada la Primera Guerra Mundial, existía gran cantidad de inactivos sobrantes de guerra, además de antiguos combatientes sin actividad laboral, lo que no quiere decir que las negociaciones fueran fáciles, pues conocida  la urgencia, el afán de lucro de los comerciantes se aumentaba, con el agravante que los designados para atender las negociaciones no tenían ni los conocimientos ni la experiencia en temas de marina, aún cuando sí fue claro, la mayor honestidad y el deseo de acertar. Las primeras gestiones para adquirir buques de guerra se hicieron directamente ante el gobierno francés por el General Vásquez Cobo pero fracasaron en razón a la  neutralidad argumentada por este país. Sin embargo, la firma Penhoet de Saint Nazaire, constructora de los guardacostas tipo “Pichincha” propuso armar en guerra buques mercantes, operación que podría realizar en pocas semanas. En esa forma se adquirieron los transportes “General Mosquera” y “Bogotá” unidad esta última que arribó en 1933 a Belem do Pará en pésimas condiciones y el siembra-minas “Córdoba”. Todas ellas recibirían la designación, sin serlo, de  Cruceros. Dotadas de calderas abastecidas por carbón,  se adaptaron para operar también con leña, pues se consideró que esto sería lo apropiado para la zona amazónica, lo que resultó todo un problema operativo. En España se alcanzó a depositar el pago inicial para la compra del crucero “Eduardo Dato” pero la diplomacia peruana logró hacer reversar la operación.  En los Estados Unidos se adquirieron los transportes “Boyacá” que ante la urgencia de transportar tropas no fue bien inspeccionado y al llegar a Barranquilla presentó roturas en las calderas que habían sido adaptadas de carbón a fuel oil por lo cual el buque parecía destinado a quedar inoperativo por un periodo largo. Afortunadamente nuevamente fue el ingeniero Pashket con grandes conocimientos en soldadura, adquiridos en la armada alemana,  quien tomó el riesgo  de repararlas, técnica no experimentada en la época, pero que resultó exitosa. Superada la emergencia,  permitió  que el buque pudiera transportar oportunamente al área de operaciones al General Efraín Rojas con el destacamento Amazonas. Por sus eficientes servicios el ingeniero fue contratado directamente por el gobierno colombiano como Jefe de Talleres en Cartagena.  Igualmente en los Estados Unidos, se adquirió un vistoso buque designado como “Mariscal Sucre”, de muy bajo franco-bordo tres hélices y rápido andar, propulsado por turbinas, pero de poca autonomía, que bajo el mando del General Carlos Cortés Vargas, trajo como Comandante al capitán de la antigua armada alemana Erick Richter, quien más tarde,  sería el primer comandante de la Escuela de Grumetes. Posteriormente se adquirió el transporte “Cúcuta” que tantos servicios prestó. En Manaos, Brasil, se adquirió el buque no propulsado  “Jamary”, que fuera adaptado como hospital en reemplazo del “Nariño”. El cañonero “Barranquilla” fue trasladado al Amazonas y llevado a remolque por el “Pichinchadesde Puerto Colombia hasta Manaos.

Adquirido el material, el Presidente Olaya en clara muestra de unión nacional, nombró como Comandante en  Jefe de la expedición militar del  Amazonas a su antiguo contendor electoral el General Vásquez  Cobo. Este, al asumir el mando, mantuvo como  reserva al “Sucre” y al “Boyacá”. Como Comandante del Destacamento Amazonas, fue nombrado el General Efraín Rojas, quien contaba con los buques “Córdoba” “Barranquilla”, “Pichincha” y el hospital “Jamary” remolcado por la lancha Barbosa adquirida en el Brasil a la que se rebautizó “Bogotá”, con el mismo nombre del transporte llegado de Francia. Como Comandante del Alto Putumayo, el Coronel Roberto Rico con el “Cartagena” y el “Santa Marta”. Con este dispositivo y con estas unidades contando con el invaluable apoyo de la aviación, el Ejército Nacional, tuvo capacidad para desarrollar exitosamente  las operaciones militares del conflicto.

Para dar idea de la dificultad del apoyo logístico terrestre, se debe recordar que el combustible en lata, de cinco galones, para el abastecimiento de buques y aviones se traía desde Barranca por el Magdalena, ferrocarril a Neiva carretera a Gigante, mula a Florencia, fluvial por el Orteguaza  al Caquetá y nuevamente por tierra de La Tagua a Caucayá (Leguízamo). Esto muestra la imperiosa necesidad que se tenía de mantener abierta la vía de comunicación marítima y garantizar los aprovisionamientos por la desembocadura del Amazonas.

La iniciación del conflicto también tomó desprevenidos  a los peruanos. Los cruceros, estos sí de verdad, “Almirante Grau” y “Coronel Bolognesi” con dos submarinos se encontraban en reparaciones mayores y modernización en astilleros de los Estados Unidos. Sus otros dos submarinos  y un destructor no fueron empleados en operaciones contra nuestras costa Pacífica, donde a pesar de contar Colombia, con baterías de tierra, instaladas en cuatro o cinco lugares de la costa, la principal de ellas a la entrada de Buenaventura, fácilmente hubieran podido obstruir el trafico marítimo, dada nuestra carencia de Armada. Es de suponer, que las condiciones operativas en que se encontraban estas unidades, no  permitieron su empleo.

El gobierno colombiano conocedor de los esfuerzos peruanos ante los astilleros norteamericanos para acelerar  la reparación de sus unidades navales y consciente del peligro que ellas representarían, tomó la decisión de adquirir unidades que las pudieran enfrentar. El 3 de abril de 1933, el General Vázquez Cobo es remplazado por el General Efraín Rojas y es designado para regresar a Europa, a finiquitar las negociaciones para la compra de dos torpederos al gobierno de Estonia. La operación no se pudo realizar pues los peruanos se nos adelantaron y los adquirieron bajo el nombre de “Almirante Guisse” y “Almirante Villar”, con lo que empeoraba nuestra situación. Para nuestra fortuna, el embajador en Inglaterra, Doctor Alfonso López Pumarejo y posteriormente el encargado de negocios Doctor Saturnino Restrepo, tuvieron conocimiento del problema en que se encontraba la firma Yarrow & Cia, la que después de hacer importantes inversiones en astilleros en Lisboa para el desarrollo de un ambicioso programa de construcción de buques de guerra para Portugal, debería suspenderlo temporalmente debido a problemas económicos de este país. Así las cosas,  lograron negociar los destructores “Tejo” y “Douro” que estaban prácticamente terminados y que correspondían a unidades representativas en ese momento del estado del arte naval, tanto en propulsión como en armamento. Con esta operación, el beneficio sería para todos, Colombia tendría disponible oportunamente unidades con capacidad para repeler la fuerza peruana que se alistaba con los cruceros reparados a cortar nuestra línea marítima de comunicación al Amazonas, el gobierno portugués evitaría el problema laboral de dejar sin empleo a los obreros del astillero y la firma construiría dos nuevas unidades para el Portugal.  Colombia adquirió los destructores “Caldas” y “Antioquia”. Para tripularlas el gobierno inglés colaboró decisivamente pues dada su neutralidad en el conflicto y estar por tanto políticamente impedidos para aprobar un apoyo oficial  de su Armada, el 27 de marzo de 1933, permitió a una   firma particular,  “Sir Alexander Giba & Partners”,  la contratación de 280 tripulantes experimentados y capacitados, pertenecientes a la reserva naval.

El 30 de abril de 1933  durante la celebración de un desfile militar, es asesinado el General Sánchez Cerro y asume la presidencia del Perú el General Oscar Benavides, el mismo que dirigiera el asalto a la Pedrera en 1911, quien apoyándose en la amistad con su antiguo colega en la diplomacia, el Dr. Alfonso López Pumarejo, inicia contactos para lograr un acuerdo que le pusiera fin al conflicto.

El 24 de mayo de 1933, en Ginebra, en donde el Dr. Eduardo Santos muy activamente dirigía nuestra reclamación diplomática, se firma el cese de actividades. Leticia sería evacuada por las tropas peruanas y entregadas temporalmente a una comisión internacional dirigida por la Sociedad de las Naciones y por su parte, Colombia evacuaría Güepí y las posiciones peruanas tomadas militarmente durante el desarrollo de las operaciones. El 24 de mayo se firma el Protocolo de Río de Janeiro que ratifica el tratado Lozano-Salomón. La comisión es trasladada a bordo del “Mosquera” y Leticia es finalmente recuperada por nuestro País, el 23 de junio.

 Terminado el conflicto, el gobierno logra modificar el contrato de las tripulaciones inglesas de los destructores, para ampliarlo en forma tal, que bajo la dirección del Contralmirante Basil O. Bell-Salter, la misión tuviera a su cargo, a más de capacitar y entrenar las tripulaciones colombianas, organizar  la Marina de Guerra. Esta decisión representó ni más ni menos,  el renacer de la nueva Armada

En Mayo de 1934, ocurre un muy lamentable episodio poco conocido y del cual da cuenta el Sr. Capitán de Fragata Agustín Smith,  en su libro Historia de la Armada, en la que transcribe una entrevista con el Sr. Vicealmirante Rubén Piedrahita Arango para ese tiempo oficial del  “Cúcuta” y en la que narra que en este buque y en el “Ciudad de Pasto”, buque fletado temporalmente a la “United Fruit”, después de un intenso entrenamiento, se embarcó para ser transportado como refuerzo al Destacamento del Amazonas, el Batallón “Camilo Torres”, compuesto por 28 oficiales y 1.056 soldados. Durante la navegación entre Puerto Colombia y Belem  se presentó una epidemia de tifo, muriendo en el “Cúcuta” aproximadamente 40 hombres, cuyos cadáveres, tuvieron que ser arrojados al mar. El Almirante, no recordó, si  el “Tunja”, tuvo  víctimas.

Como conclusión, el conflicto con el Perú nuevamente nos mostró que por nuestro descuido, por nuestra indiferencia por los asuntos del mar, nuestro país estuvo a punto de haber repetido la pérdida de importantes territorios. Tuvimos la fortuna que los acontecimientos se adelantaron y ocurrieron por generación espontánea y no por una acción planeada, que encontró al Perú con sus fuerzas navales temporalmente inoperativas, pues de lo contrario, otro bien distinto hubiera sido el curso de la guerra. La segunda lección es que una armada no se improvisa. El gobierno gastó recursos muy importantes en adquirir a la carrera como lo exigían las circunstancias, unidades que exceptuando los destructores ingleses y el “Cúcuta”, no fueron las mejores, ni las más económicas, ni las más apropiadas. La carencia de personal para tripularlas,  también representó altísimos costos y problemas muy graves en su administración y manejo durante el desarrollo del conflicto. La administración del personal de las tripulaciones, constituyó un problema adicional para los comandantes. Aún cuando no fue la generalidad, no faltaron  tripulantes a quienes solo los movía el interés del lucro, un alto porcentaje ni siquiera entendía nuestro idioma, sus sueldos en parte por la forma caótica como fueron contratados y en parte por las mismas limitaciones del apoyo logístico, no llegaban con la puntualidad ni en la cantidad que ellos esperaban. Golpeados no solo por las vicisitudes de la guerra, sino además por el medio ambiente de la selva y las inclemencias del clima, en algunas oportunidades, por fortuna no muchas, no observaron el mejor comportamiento. Verdaderamente el profesionalismo, la dedicación, el valor, el arrojo, el patriotismo y el don de mando de los oficiales de nuestro Ejército, fueron suficientes para  manejar adecuadamente este punto adverso.

 El conflicto como gran lección nos mostró la imperiosa necesidad de contar con una marina de guerra profesional y permanente y afortunadamente produjo  el renacimiento definitivo de nuestra Armada.

Terminado el conflicto, las unidades de mar regresaron poco a poco a Puerto Colombia y posteriormente a Cartagena en donde aprovechando el Terminal marítimo de “La Machina”, que se había incendiado y que estaba localizado en las instalaciones anteriormente de propiedad de la “Andian National Corporation”, se inicia lo que posteriormente sería la Base Naval. Por decreto 850 del 20 de abril del 34 se organiza la base aérea de Cartagena bajo la dependencia de la Sección de Flotillas y de Aviación del Ministerio de Guerra. El 1º de mayo comienza a funcionar a bordo del “Boyacá” con 60 alumnos la Escuela de Grumetes, siendo su director el Comandante de la unidad el capitán Erich Riechter y profesor el Ingeniero Reynaldo Paschket.

En estas condiciones se producen una serie de disposiciones legales con las cuales empieza a estructurarse la Armada. El Decreto 1238 del 14 de junio del 34 crea el Departamento No. 11 de Marina en el Ministerio de Guerra. El decreto 1808 de septiembre 17/34, establece el equivalente en grados entre los oficiales navales y los del ejército. Se escalafonan los oficiales de la Escuela de Reyes que participaron en el conflicto con el Perú y algunos oficiales del ejército que habían prestado  servicio a bordo de unidades a flote los que son enviados a cursos de capacitación a Inglaterra. El decreto 712 abril / 35, designa al capitán de Navío Ralph D. Binney perteneciente a la misión naval inglesa, como director de la Escuela Naval de Cadetes a bordo del “Cúcuta” y selecciona 40 aspirantes, dándole a cada Departamento dos cupos, con lo cual se trataba de vincular a todas las regiones del País en la integración del primer curso de futuros oficiales para la Marina de Guerra, iniciando actividades el 3 de julio de 1935. El decreto 923 de mayo 22/35 designa 10 oficiales del Ejército como alumnos.

En 1936, en el Departamento 11 de Marina del Ministerio de Guerra, dirigido por el Sr. Capitán de Fragata Luis María Galindo, se origina el proyecto de  reglamentación para la creación definitiva de la marina de guerra, lográndose la aprobación de la Ley 105 del 29 de abril de 1936 “Orgánica de la Armada Nacional”, naciendo así en forma definitiva esta institución, orgullo de todos los colombianos, que en el historial de su formación,  refleja los peligros y las vicisitudes que padeció nuestra amada Colombia, por la falta de una mentalidad marítima de nuestros antecesores. Si desde un comienzo, hubiéremos sido capaces de mirar al mar y  lo que este significa, muchos males se  abrían evitado. Desafortunadamente,  podemos afirmar, esta situación, no ha desaparecido.


BIBLIOGRAFÍA

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Los Presidentes, esos hombres                         Ignacio Arismendi

Historia de las Guerras                                      Rafael Pardo Rueda

Milenio Navegando                                            Guillermo Fonseca Truque

Enciclopedia Británica

Los grandes conflictos sociales y                       Indalecio Liévano Aguirre

Económicos de nuestra Historia

Los Tres Luises del Caribe                                 Jaime Duarte French

Historia de la Armada                                        Capitán de Fragata Agustín Smith

Historia de las Fuerzas Militares de Colombia

La Batalla Naval de Malpelo                               Pañol de la Historia -Jorge Serpa E-

El conflicto amazónico                                      General Álvaro Valencia Tovar/ VAL Carlos E. Ospina Cubillos

Los piratas en Cartagena                                   Soledad Román


 

El señor Contralmirante Luis Carlos Jaramillo Peña, luego de su disertación histórica, acompañado de distinguidos miembros de la familia naval, asistentes a la sesión de la Academia Militar de Historia. En la fotografía aparecen de izquierda a derecha: TFRN Rafael Payán, CN Carlos Prieto, CN Gabriel Rueda Galvis, Calm Luis Carlos Jaramillo Peña, Alm Mauricio Soto Gómez -COARC-, Valm Guillermo Rueda Trujillo, Calm Miguel Cediel Navarro, Valm Enrique Ospina Cubillos, y Alm Alvaro Campos Castañeda.      


A los marinos de Colombia se dedica este resumen.  Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un  homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado.


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